Como sucede con muchas bandas delincuenciales o emprendimientos colectivos para delinquir, uno de los más habituales desenlaces son los conflictos en su interior, sea por el botín o, una vez descubiertos, por las delaciones entre unos y otros para salvarse de la cárcel.
A eso estamos asistiendo en estas últimas semanas. Karelim, Bruno, Zamir, Vladimir (Meza, aún no Cerrón), Fray, Hugo, Juan, Alejandro, etc., serían el reparto de un tinglado que operaba a puertas cerradas, inicialmente en Sarratea, y luego con sigiloso acceso a Palacio de Gobierno. El presidente Pedro Castillo habría cumplido el rol de gentil anfitrión, coordinador o (Karelim dixit) “jefe de la organización criminal”.
Las delaciones cruzadas de esta camarilla, no obstante, tendrían la particularidad de cumplir un propósito más de retaliación o ajuste de cuentas que de esclarecimiento de la verdad. La altisonancia de las acusaciones suena más a un SOS (“sáquenme de cárcel si no quieren que haga caer a todos” o “por qué a él lo proteges y a mí no”). Requieren definitivamente de alta cobertura mediática para lograr su propósito, pero, de momento, adolecen de un bajo recaudo probatorio.
En comparación con los procesos de Lava Jato, por ejemplo, se percibe que estos ajustes de cuentas, que tratan de elevar su nivel al de varias colaboraciones eficaces, tendrán en rigor muchas más dificultades de lograr ese estatus legal por el exceso de bruma y ruido, y porque hará mucho más compleja la labor de corroboración de parte del Ministerio Público. Sin embargo, en medio de ese camino tortuoso, algunos pretenderán ganar libertad y, sobre todo, tiempo.
Todo lo anteriormente descrito obliga a que la labor tanto de los medios de comunicación como de los operadores de justicia sea muy prolija y cuidadosa si nos atenemos al perfil y naturaleza de estas acusaciones.
Dentro de toda esta nebulosa no cabe duda de que hay mucha verdad ya adelantada y otra por descubrir en medio de un festival de fuegos artificiales. Habrá que tomar todo con pinzas, pero rápido. Tener cuidado no significa ser lento, para nada.
En el plano político, sí es muy previsible que de agudizarse este ajuste de cuentas se puedan activar, con renovados bríos, nuevos pedidos de vacancia o de adelanto electoral. Los tiempos políticos no son los judiciales, como ya sabemos. Y además dependen de otros hechos y elementos (por ejemplo, el tema de la tesis de Castillo sigue siendo una caja de sorpresas).
El fin de este Gobierno podría ser activado no por la acción concertada y responsable de una oposición patriótica y democrática, sino por su rápida descomposición interna producto de la entraña corrupta que lleva consigo.