Funciona, pero no colma las expectativas

José Elice

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Para funcionar requiere de una campaña muy activa

Wilfredo Pedraza

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Wilfredo Pedraza

“El programa de recompensas no debe existir ni funcionar como un recurso independiente y desligado de una política clara, comprometida y eficaz en la lucha por mejorar la seguridad ciudadana”.

El programa conocido como fue creado en el 2015 mediante el Decreto Legislativo 1180. Se desarrolla aplicando las disposiciones contenidas en este decreto, en su reglamento y en las directivas específicas expedidas para regular la intervención y actuación de la y de las comisiones evaluadoras.

El programa tiene por finalidad fortalecer la lucha contra la inseguridad en lo que respecta a la comisión de delitos –terrorismo, crimen organizado, tráfico de drogas, contra la libertad sexual, contra la vida, corrupción, etc.–, promoviendo –mediante la recompensa y el secreto– la obtención de información que, de manera voluntaria, provean las personas que tienen acceso a ella y deciden compartirla, facilitando la ubicación y detención de quienes cometen delitos.

No solo se trata de un sistema de oferta de entrega de recompensas; es decir, de la publicación de una lista de personas buscadas o con requisitoria, ofreciendo, por la colaboración para su captura, una recompensa determinada; sino que también consiste en un sistema abierto y permanente para recibir, fuera del esquema de oferta de recompensa específica, información voluntaria que contribuya a la captura de las personas con requisitoria por la comisión de delitos, caso en el que la procedencia o no del otorgamiento del beneficio económico debe pasar por un proceso de evaluación.

Un elemento central para el éxito del programa es el equipo a cargo de conducirlo y, por supuesto, la integridad e idoneidad, así como la capacidad y el compromiso de guardar el secreto sobre quienes participan en las comisiones evaluadoras de recompensas y del personal policial.

El programa funciona, pero no colma las expectativas que podría haber sobre su eficacia. Son muchas las razones, entre ellas: el miedo a la represalia por la denuncia, la desconfianza en las autoridades, la habilidad de las personas con requisitoria para ocultarse, la imprecisión e inutilidad de la información que se entrega, la corrupción y, entre otros, la carencia eventual de recursos.

El programa de recompensas no debe existir ni funcionar como un recurso independiente y desligado de una política clara, comprometida y eficaz en la lucha por mejorar los estándares de seguridad ciudadana y reducir drásticamente la ratio del delito en nuestro país.


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