Claudia Chiroque

Ir a una ciudad por primera vez o volver a la misma, por cualquiera que sea el motivo, lógicamente siempre genera expectativas. Pero ¿se imaginan salir del aeropuerto y acompañar su camino entre cúmulos de basura pestilente interminables, desagües expuestos, calles principales cerradas y pistas destruidas? Los chiclayanos y quienes transitan por la ciudad no se lo imaginan; lo viven a diario. es una ciudad hacinada y abandonada por sus autoridades desde hace años.

Esto último es un hecho. Chiclayo no solo ha sido pésimamente administrado, sino que, además, ha estado bajo la sombra de la corrupción por culpa de sus malos funcionarios. En su historia reciente tiene como saldo dos alcaldes presos por ser líderes de organizaciones criminales y, con ellos, una red de funcionarios que manejó a su antojo las arcas públicas. Basta con recordar al dos veces alcalde Roberto Torres y a su círculo más íntimo, incluida su exnovia Katiuska del Castillo, así como a los funcionarios de Epsel y SATCH procesados por direccionar obras públicas a cambio de coimas conocidos como los “Limpios de la corrupción”, o a David Cornejo, también detenido y condenado por ser cabeza de una organización conocida como “Los temerarios de la corrupción”, dedicados al cobro de cupos de miles de soles a empresas de transporte a cambio de licencias. Su sucesor no hizo la diferencia: el señor Gasco acumuló una serie de procesos penales por peculado, colusión y delitos contra la administración pública. El Caso Veolia es el más sonado: la empresa no presentó el Registro Autoritativo de Empresas Operadoras de Residuos Sólidos y se hizo una compra sin estándares para el recojo de basura, que abunda en Chiclayo.

Como ven, a Chiclayo le han robado sus malos alcaldes y es un ejemplo más de que la corrupción es capaz de dejar en ruinas una ciudad con tanto potencial. Nos robaron, además de dinero, algo invaluable: tiempo, ese que ya no vuelve y que se lleva consigo grandes oportunidades. Han sido por lo menos 17 años perdiendo la posibilidad de colocarnos como una de las ciudades más importantes del norte del país.

Hace un año, al mando de Janet Cubas, Chiclayo sigue arrastrando varios pasivos y el ciclón Yaku se lo ha recordado: la ciudad casi desaparece. Y aunque tenga una ejecución presupuestal aceptable (89,8% en gestión de residuos sólidos, por mencionar uno, según el MEF), parece poco eficiente. Por eso, le pregunto a su alcaldesa: ¿de qué lado de la historia quiere estar, señora Cubas?

Escribo por mi papá, que no imagina su vida fuera de su querido Chiclayo y que no pierde la esperanza de vivir en una ciudad con un presente digno, y por todos los que hemos nacido allí compartiendo la frustración de volver y añorar un futuro mejor.

Ojalá más tarde que nunca podamos cantar con la misma ilusión con la que lo hacía José Escajadillo cuando decía: “Ven a mi ciudad, que hoy está más bella que nunca y te espera”.