Interrogantes de una posible victoria, por Ignazio De Ferrari
Interrogantes de una posible victoria, por Ignazio De Ferrari
Ignazio De Ferrari

La elección de ayer enfrentó a las dos versiones de la derecha peruana: la de origen populista –Keiko Fujimori– y la liberal –Pedro Pablo Kuczynksi–. Al cierre de la edición, los conteos rápidos sugerían una posible victoria de PPK. Como en el 2011, el rival del fujimorismo lograba generar menos anticuerpos que la candidata de Fuerza Popular. Si hace cinco años Ollanta Humala ganaba la segunda vuelta con buena parte de los votos de la derecha liberal y el centro político, esta vez PPK parece hacerlo fundamentalmente con los votos de la izquierda.

En los últimos cinco años, la lideresa de Fuerza Popular intentó limpiar la imagen de su partido renovando la dirigencia y la lista parlamentaria con figuras ajenas al fujimorismo original. El 40% de la primera vuelta sugería que la estrategia funcionaba. Keiko obtenía un respaldo muy importante en todos los sectores socioeconómicos.

Sin embargo, cuando en la campaña de la segunda vuelta afloraron las contradicciones internas, Keiko no supo actuar con celeridad para desmarcarse de las serias denuncias a su entorno. En ese momento su contrincante estaba contra las cuerdas, pero la falta de firmeza de la candidata le dio elementos a sus rivales para armar una multitudinaria marcha en su contra y revertir la tendencia de la opinión pública.

La victoria de PPK sería histórica. Ante todo, sería la primera vez que la derecha liberal gana una elección democrática en el Perú. Y sería la primera vez que gana sin prometer izquierda para gobernar por la derecha. Todos sabemos qué representa PPK en materia económica, y nadie podría acusarlo de traición por implementar una política económica liberal –como sí lo hicieron amplios sectores con Humala y, en menor medida, con García–. En ese sentido, es sugestivo que la izquierda no le exigiera a PPK más Estado por su apoyo en la segunda vuelta. 

El triunfo de PPK sería también histórico en el contexto latinoamericano: sería la primera vez que un candidato revierte una diferencia de casi 20 puntos entre la primera vuelta y el balotaje. Pero en ese punto radica, justamente, la debilidad del virtual presidente electo. Solamente el 21% de los votos válidos son suyos, los demás son prestados. Si eso lo traducimos al total de electores inscritos, solo el 14% del padrón votó por él en la primera vuelta. 

Además, en más de 35 años de democracia en América Latina, pocos presidentes han llegado al gobierno con un apoyo parlamentario tan exiguo como PPK. Sus 18 parlamentarios representan solamente el 14% de las curules en el Congreso. Su situación en el nuevo mapa político se asemejaría a la del flamante presidente argentino, Mauricio Macri, quien tiene que hacer malabares para sobrevivir a un Congreso de mayoría peronista.

La gran pregunta es cómo lograría el virtual presidente electo construir capital político propio. Dada la minoría parlamentaria, ¿podría hacerlo exclusivamente desde el Ejecutivo? ¿O sería viable una agenda que recoja adhesiones de todas las bancadas, por ejemplo, en torno a grandes proyectos de inversión pública en servicios básicos para los más desfavorecidos? ¿A mediano plazo, lograría tender puentes con el fujimorismo? Las respuestas a estas interrogantes serán determinantes para los primeros meses de gestión.