La izquierda con llanques, por Luis Meléndez
La izquierda con llanques, por Luis Meléndez
Liz Meléndez

Gregorio Santos realizó su campaña presidencial desde la cárcel, acusado de corrupción. La prisión fue un episodio crítico que le mostró con quiénes realmente contaba. Sufrió dos portazos. El primero, de la dirigencia limeña de Patria Roja, que decidió apoyar la candidatura de Verónika Mendoza. Y el segundo, de la propia candidata del Frente Amplio, quien a pesar de las invitaciones, nunca lo visitó. Los gestos son importantes en política y Santos habría aprendido la lección. 

Fue más bien Democracia Directa (DD), agrupación política de los fonavistas, la que se ganó el aprecio de Santos y compañía. DD es lo más antagónico a un “partido político moderno”. Sus demandas son puntuales y agotan su existencia (salvo entre sus principales cuadros). Sus bases son una composición heterogénea de afinidades políticas (no todos votaron por Santos). Y no existe el recambio generacional (está conformada, básicamente, por adultos mayores). 

Sin embargo, su aporte fue determinante en la campaña electoral del líder cajamarquino. DD no solo puso a disposición su inscripción en el JNE, sino que además aportó importantes contactos en el Poder Judicial y su ‘know-how’ para demandar la liberación de Santos –dada su experiencia acumulada en juicios contra el Estado–. Gracias a la disposición de sus afiliados, fue una portátil mínima pero clave en la capital. Incluso la presencia de Santos en el debate presidencial habría sido gracias a las insistentes gestiones del líder fonavista Andrés Alcántara. Para una candidatura desde la prisión, este apoyo fue decisivo.

Con su salida de la cárcel y un “simbólico” 4% en las elecciones nacionales, Santos tiene más incentivos para fortalecer su organización política (MAS) que para retomar las riendas del gobierno regional de Cajamarca. El tiempo apremia: las elecciones subnacionales del 2018 están a la vuelta de la esquina. Su objetivo inmediato será fortalecer la alianza entre el MAS y DD (que pasó la valla gracias a la votación para el Parlamento Andino). Incluso existen ya voces a favor de la conformación de un frente entre ambas agrupaciones y se llegan a barajar algunos nombres tentativos (como “MAS Democracia”). 

Ahora Santos tendrá que lidiar con un MAS fortalecido en términos orgánicos. La ausencia del líder ha consolidado a nuevos cuadros, muchos de ellos bastante jóvenes. Su directiva tiene un promedio de 35 años y es una combinación de cuadros políticos y profesionales. Esa es la revolución interna del MAS. Un cambio radical respecto de años anteriores. Además, la experiencia de una campaña nacional les ha dejado valiosos aprendizajes y les ha permitido mapear potenciales aliados fuera de la región. Después de tres elecciones, el MAS está en transición de un “partido de cuadros” a un “partido de masas” –en sus propios términos–. 

Santos representa una alternativa provinciana de izquierda con enraizamiento social en el campo. Una izquierda con “los llanques todo barro”, parafraseando al antropólogo Orin Starn. El gobierno de PPK le proporciona todos los elementos para seguir polarizando y afinar un discurso contestatario y anti-establishment. En el mitin de retorno a Cajamarca, Santos dio su primer puntillazo al calificar la actual gestión como “un gobierno del tercer belaundismo, del segundo toledismo y del continuismo de Ollanta Humala”. Aunque alertemos: sus excesos también pueden ser su fracaso.