Pese a que ya se habían registrado decenas de brotes naturales de ébola en la zona, la epidemia desatada entre el 2013 y 2016 en África Occidental tomó a la comunidad internacional y autoridades locales por sorpresa. Fueron más de 11 mil las víctimas en ese entonces y podrían haber sido más, si una coalición multidisciplinaria –incluyendo médicos, científicos, salubristas, enfermeras, antropólogos y científicos sociales, entre otros– no hubiese concentrado esfuerzos para abordar la emergencia desde diversas aristas.
Christopher J. M. Whitty, asesor científico principal en el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido durante esta epidemia, describió las ciencias sociales como “importantes en casi todos los aspectos de lo que hicimos en África Occidental”. Esto incluyó comprender la “historia de desigualdades y políticas económicas que dejaron a la gente desconfiada de los extranjeros y del Estado en muchas áreas”, así como las “rutas sociales” locales, como las prácticas de entierro, a través de las cuales se transmite el virus.
Si bien el ébola aún no ha sido totalmente controlado, la epidemia no ha vuelto a ser declarada por la OMS como una emergencia global; tampoco ha traspasado más fronteras en la propia África. Ahora su brote se centra principalmente en la República Democrática del Congo, y de allí vale citar como ejemplo a Ruanda, que pese a compartir con este país una de las fronteras más vivas del mundo, así como el lago Kivu –turístico y navegable en ambos lados–, aún se mantiene libre de este agente altamente infeccioso, precisamente por haber enfatizado en estudios sociales y prácticas ciudadanas saludables. Ruanda, gracias a su creciente economía y estabilidad social, se está convirtiendo, incluso, en un ‘hub’ para el estudio tanto de carreras científicas como humanistas.
Aunque las ciencias naturales y las sociales tienen sus procedimientos que le son propios, también comparten otros, como métodos estadísticos de análisis e interpretación. Según la OMS, entre las patologías más frecuentes en salud, nueve de cada diez investigaciones reconocidas como prioritarias en una agenda pública, corresponden a estudios del ámbito de las ciencias sociales. Si lo trasladamos a nuestra realidad, esto significaría que nueve de cada diez problemas de salud pública en el Perú podrían evitarse si se genera más conocimiento en temas como la gestión y el uso del agua, formación educativa, organización social, institucionalidad y legislación, y una enfática práctica de prevención.
Los estudios multidisciplinarios son especialmente importantes para entender países multiculturales como el nuestro, así como tener un conocimiento ‘glocal’ (global y local) para atender nuestros desafíos.
Instrumentos como el Plan Nacional Contra la Violencia de Género 2016-2021 del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, la Estrategia Nacional de Lucha contra las Drogas 2017-2021 de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida) serían impensables sin conocer el perfil de las víctimas de la violencia de género y las formas de agresión que sufren, o la economía y organización social de los pueblos ubicados en las cuencas cocaleras.
Por ello, la recientemente publicada Política Nacional de Competitividad y Productividad, que delega al Concytec la coordinación e implementación del objetivo prioritario 3, destinado a potenciar la innovación, se construye bajo enfoques interculturales, territoriales y de género. Y en esa línea, estamos también trabajando el registro Renacyt, que califica tanto la producción de las ciencias exactas y naturales como las ciencias sociales, no solo con el objetivo de validarlas en mérito a su aporte al campo científico, sino también para promoverlas y reconocerlas como tal.
De cara al bicentenario, fortalecer la investigación en ciencias sociales y apostar por un enfoque multidisciplinario que vaya desde los instrumentos de financiamiento público hasta la transferencia tecnológica e innovación es nuestra mirada y un imperativo que influirá decididamente en el desarrollo integral y sostenido del Perú.