“Un misil. Puta, está la cosa pero OK […]. Está con proyectos de ley, todo. Bien fundamentado está. […] son temas que la otra persona no conoce, no domina, y va a quedar sorprendido, ¿me entiendes? […] Va a ser fundamental para ella…”.
La noche del 13 de mayo, en un audio que parece haber sido enviado sin ningún apuro, sin ninguna restricción, como si usar un celular fuera un hecho absolutamente normal dentro de la prisión de la Base Naval, alojamiento de los más peligrosos criminales del país, Vladimiro Montesinos dio al comandante EP (r) Pedro Rejas, indicaciones sobre qué debía hacer para canalizar su ayuda, aparentemente voluntaria, a la candidata Keiko Fujimori a pocos días del debate definitivo contra Pedro Castillo.
Paradojas del calendario: ese mismo día comenzó a circular otro audio, esta vez de Antauro Humala, preso en Piedras Gordas, otra supuesta cárcel de alta seguridad, en el que le dijo a su interlocutor lo que podría hacer Pedro Castillo para contener una oposición feroz al llegar al poder.
“Mira, se viene un proceso revolucionario, se viene un cambio fuertísimo en el Perú, va a haber una reacción […]. Quieren dar un golpe, de frente van a entrar a dar un golpe; el único huevón que puede aguantar ese golpe soy yo, siempre y cuando me haga cargo de las Fuerzas Armadas”, comentó con una procacidad de similar calibre.
Es decir, menos de un mes antes de la segunda vuelta, en un proceso electoral exageradamente difícil entre inesperadas alianzas, rupturas previsibles, paranoia y ‘fake news’, los candidatos en disputa recibían indirectamente consejos de dos representantes perfectos de la galería de malvados domésticos. Estos dos personajes nos son tan conocidos, tan cotidianos, que incluso los llamamos por su nombre o su apodo: ‘Vladi’, Antauro; el ‘doc’, el ‘loco’. Pero son peligrosos.
Dos semanas después, a fines de mayo, murió Juan Manuel Ochoa, el célebre ‘Jaguar’. Lo entrevisté en el 2007, cuando en un aparente resurgimiento de su carrera se animó a dictar un taller de actuación al que llamó, obviamente, ‘Malvados’. “¿Qué le puede dar miedo a un malvado?”, preguntó en la conversación, y él mismo se respondió: “¡Uno biológicamente malo! Uno que es tan malo que no sabe que lo es. La maldad es muerte, destrucción, los motivos ya no importan”.
¿Por qué desde sus celdas Montesinos y Humala piensan que pueden inmiscuirse? ¿Vladimiro calcula que todavía puede mover hilos, ya no con sus propias manos, sino a través de terceros? ¿Antauro acaso supone que le confiarían la seguridad y el orden a quien se hizo conocido por alzarse en armas y tomar comisarías? ¿Imaginan que su veteranía al margen de la ley les provee de una visión privilegiada? ¿Es solo ego macerado durante los años del encierro? ¿O es, como dijo el ‘Jaguar’, pura maldad, y que los motivos ya no importan?
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