¡Ah, la política!, por Fernando de Trazegnies
¡Ah, la política!, por Fernando de Trazegnies
Fernando de Trazegnies

Pasada la efervescencia de la llamada “campaña” electoral estamos ahora ante una situación que reclama la unión de todos los peruanos para ir adelante serenamente en el proceso social de llevar al Perú a lograr las mejores condiciones. 

Esto fue lo que planteaban los candidatos, esto fue lo que pedía la ciudadanía, esto es lo que ahora exige todo el Perú. Es así como todos debemos colaborar en lograr ese objetivo. El llamado “gobierno” y la llamada “oposición” se orientan (o se deben orientar) a lo mismo. 

Ahora bien, la victoria electoral no supone que el ganador sea el único que tiene la verdad sobre lo que hay que hacer con el país. El “gobierno” y la “oposición” tienen –o deben tener– el mismo objetivo. En ambos lados existe –o debe existir– la misma voluntad de llevar al Perú adelante; y en ambos lados existen personas de gran calidad para cumplir con ese objetivo. Por tanto, la toma del cargo por un nuevo “gobierno” es el momento en que, desde distintas perspectivas, corresponde a todos ofrecer –y a todos aceptar– la colaboración para llevar al Perú adelante.

Los peruanos esperamos de nuestros políticos en general que se propongan seriamente colaborar para que la política nacional sea constructiva y que los resultados beneficien al país. Es el momento en que, desde distintas perspectivas, nos corresponde a todos contribuir al desarrollo del Perú, sea desde la labor pública o la privada. 

Ciertamente, la victoria en las elecciones presidenciales no significa que el ganador sea el único que tiene la verdad sobre lo que hay que hacer con el país. La “oposición”, por su parte, no es tampoco una posición de crítica permanente y de combate contra el “gobierno”. Por el contrario, ambos forman parte en realidad del Gobierno, uniendo lo práctico y decisorio de lo ejecutivo con lo reflexivo de lo congresal. No son dos fuerzas opuestas, sino dos de los mecanismos democráticos para conducir conjuntamente el país. 

La “oposición” no es por definición un bloqueo a la labor del presidente y sus ministros, sino que debe aportar una contribución desde otro ángulo a la visión de la cosa política a fin de ampliar la mirada sobre los problemas que deben ser sobrellevados por el país. En otras palabras, el Ejecutivo y el Legislativo deben tener sus miras puestas en el mejoramiento de la vida de los peruanos. Cada uno de estos poderes del Estado desde su propia perspectiva y tratando de combinar las ideas de ambos para llegar a una evolución más completa.

El “gobierno” y la “oposición” no son dos enemigos cuya función es atacarse mutuamente, sino dos miradas del Perú que deben combinarse para llegar a un fin común: el mejoramiento de la vida de todos los peruanos. La mirada congresal tiene una perspectiva más teórica de la cosa pública, mientras que el “gobierno” ejecuta lo decidido por el Congreso. 

La existencia de un Congreso cuya mayoría está integrada por miembros de un partido político distinto del que tiene a su cargo la Presidencia de la República y el Consejo de Ministros no significa sino que habrá más necesidad de diálogo entre esas partes políticas para entenderse mejor. Yo diría incluso que la existencia de una mayoría congresal distinta de la que predomina en el Ejecutivo es algo democráticamente muy sano porque obliga a que las decisiones sean discutidas por todas las partes políticas y que se intercambien así diferentes perspectivas. 

Me atrevería incluso a sostener que esta desigualdad es la más adecuada en una democracia; pues, si el Ejecutivo manda y el Congreso obedece, estaríamos acercándonos a una dictadura. Cuando menos, no se trataría de una democracia sana, le guste a quien le guste.

Es posible que alguno de los lectores se encuentre sorprendido por el hecho de que cada vez que me refiero a la campaña electoral, al gobierno o a la oposición, pongo estas palabras entre comillas.

No, no es un error. Lo que sucede es que discrepo con el uso de esos términos dentro de este contexto. Pongo “campaña” entre comillas porque este no es el apelativo que debería corresponder a unas elecciones democráticas. La “campaña” –aunque se utiliza muchas veces este término para elecciones– suena mucho a guerra; y las elecciones no deben ser una guerra entre candidatos, sino una competencia mostrando sus cualidades. Creo que el ambiente de las elecciones debe estar más cerca de unas olimpiadas que de unas batallas cuasi militares. 

Por otra parte, el término “oposición” para designar a los congresistas que no forman parte del partido político que ejerce el Poder Ejecutivo es bastante infeliz: quienes discrepan en parte o en todo políticamente respecto de la opinión oficialista no están, por definición, en la “oposición” –es decir, en una discrepancia en su esencia misma respecto de lo que el Ejecutivo propone–, sino que ofrecen el aporte de perspectivas diferentes que pueden contribuir, entre ambas, a encontrar las mejores soluciones a los problemas que tiene el Perú. Así, la mayoría parlamentaria de un partido político distinto al oficialismo no es una “oposición” que cierra las puertas, sino el ofrecimiento de otro ángulo a considerar para conocer mejor las cosas.

Para terminar, “gobierno” son los tres poderes del Estado conjuntamente. Lo que se suele nominar erróneamente de esa manera es más bien el Poder Ejecutivo.