La izquierdista presidenta chilena, Michelle Bachelet, no me deja de dar agradables sorpresas! ¡Es mi heroína! Como ciudadano de un país que siempre vive en competencia con Chile, hace no mucho aplaudí entusiasmado cómo esta peruana honoraria estaba frenando en seco el desarrollo chileno. ¡Mi entusiasmo por ella se ha incrementado aun más con la reciente cristalización de dos medidas que van en esa senda! La primera es una absurda reforma laboral que le otorga un virtual monopolio en las negociaciones a los sindicatos.
Como todo esfuerzo de “igualitarismo forzoso”, esa es una medida tremendamente efectiva para dañar a un país: los todopoderosos monopolios sindicales se tornan en eternos agentes conflictivos y reclamones, por lo que acabas crispado por líos y huelgas (como en la Inglaterra pre-Thatcher) o eternamente estancado (como Italia). ¡Buena jugada para frenar a Chile!
Pero la segunda ha sido mucho mejor: Chile ha desmontado su modalidad de elección parlamentaria y con ello al sistema de partidos políticos más sólido de Latinoamérica, que les garantizaba un virtual bipartidismo, una cierta alternancia ordenada y un saludable control de la izquierda por parte de la derecha y viceversa.
Ahora, gracias a Bachelet, Chile ingresará al mundo de las sopas de letras partidarias, del multipartidismo paralizante, del caudillismo, de los feudos provincianos, de los parlamentos paralizados por el fraccionamiento, de los partidos grandes secuestrados allí por partidos enanos...
No digo que el ahora extinto sistema binomal chileno (donde, sintetizando mucho, el primero tenía que duplicar al segundo en votos para llevarse los dos cupos parlamentarios por circunscripción) era perfecto, como tampoco lo es el sistema inglés: ambos son injustos porque no reflejan fielmente la foto electoral y dejan afuera a los grupos minoritarios. Pero lo perfecto es enemigo de lo bueno y tampoco se arregla lo que no está malogrado: mal que bien, ese sistema le dio a Chile sus mejores años de estabilidad política y de crecimiento económico (como el otro se lo ha dado a Inglaterra).
Ahora Chile será como el resto del área. ¡Buena, Bachelet, peruana honoraria! ¡Bienvenidos chilenos a Sudacalandia! Con suerte, serán otra Italia: un país que pasmó su desarrollo por el sindicalismo y la fragmentación política.
PD: ¡Ya me inquieta mucho aquel déficit local de comprensión de lectura que la prueba PISA reveló, sobre todo cuando aquello alcanza a mi amigo Alfredo Bullard! Nunca me “quejé” de que alguien me obligue a festejar las portadas de Charlie Hebdo. Escribí nomás que no las festejaba, pero que las aceptaba ( y con una sonrisa). Tampoco me “quejé” de que la izquierda me “crucificase” por una portada crítica al pésimo castellano de nada menos que una congresista. ¡Eso era lo esperable! Lo que resaltaba –o de lo que “me quejaba”– era la típica hipocresía de estos para gemir tanto por la libertad de expresión de Hebdo y de no respetar la mía. (Y lo de PISA es befa; lo que pasa es que Bullard anda medio picado conmigo porque aquí escribí que no sea tan fresco ahora de pretender distanciarse del régimen fujimorista cuando fue un alto funcionario de confianza –por años– del mismo).