(Ilustración: Víctor Aguilar Rua)
(Ilustración: Víctor Aguilar Rua)
Andrés Oppenheimer

A juzgar por lo que me dijo el principal asesor de asuntos latinoamericanos del presidente en una entrevista, no tiene prisa por volver a una normalización total de las relaciones con , a pesar de las presiones de la izquierda del Partido Demócrata.

Juan S. González, director para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, me indicó en la entrevista del 27 de abril que Cuba tendría que dar pasos concretos hacia una apertura económica o política para que Estados Unidos decida regresar de lleno a la normalización de relaciones de la era de Obama.

González me dijo que Biden seguirá adelante con sus promesas de campaña de relajar las restricciones sobre los viajes y las remesas a Cuba, y que buscará dar 20.000 visas al año a los migrantes cubanos. Pero la decisión de relajar el embargo de Estados Unidos “es una decisión del Congreso de Estados Unidos”, agregó.

“Mira, nosotros estamos dispuestos a hablar con los cubanos”, dijo González, señalando que Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas con Cuba. “Pero la política de Estados Unidos bajo el presidente [Biden] será una en donde los americanos, especialmente los cubano-americanos, son los mejores embajadores de la diplomacia estadounidense”.

Y, agregó, “los derechos humanos serán un eje clave en cualquier conversación que tengamos nosotros con el régimen”.

González concluyó diciendo que en el gobierno de Biden “no hay un gran afán por invertir tiempo” en el tema de Cuba “si no vemos cosas concretas” en la isla. Traducción: la pelota está en la cancha de Cuba.

A mi modo de ver, Biden está haciendo lo correcto al resistir las presiones del ala izquierda de su partido sobre Cuba.

El mes pasado, 80 congresistas demócratas firmaron una carta instando a Biden a adoptar “un enfoque más constructivo” hacia Cuba “volviendo rápidamente” a la normalización de relaciones de la era de Obama. Una mayoría de 142 demócratas en la Cámara no firmó la carta.

El exasesor adjunto de Seguridad Nacional de Obama, Ben Rhodes, quien fue el artífice de la normalización de los lazos de Obama con la isla, tuiteó críticamente el 23 de abril que “hasta ahora, Biden ha sido completamente indistinguible de Trump en lo que hace a la política y los mensajes hacia Cuba”.

Pero el hecho es que ninguno de los 80 congresistas que firmaron esa carta es de Florida o, en la mayoría de los casos, sabe mucho sobre Cuba. Y Rhodes, como arquitecto de la apertura de Obama a Cuba, tiene una inversión personal en que Biden continúe con su política.

Biden estaría cometiendo un suicidio político en la Florida, un estado clave para las elecciones legislativas del 2022 y las presidenciales del 2024, si hiciera gestos amistosos hacia Cuba a cambio de nada.

Los demócratas ya perdieron dos bancas de Miami en la Cámara de Representantes en las elecciones de noviembre. Los republicanos ganaron el voto cubano-americano en Miami ayudados por las alegaciones de Trump de que Biden sería un supuesto “socialista” que normalizaría los lazos con Cuba.

Si Biden quiere mantener el control de la Cámara y aprobar sus ambiciosos planes de gobierno, debería tratar de recuperar esos dos escaños en el 2022, e intentar que los demócratas retomen la Florida en el 2024.

Relajar las restricciones de viajes y remesas impuestas por Trump no es una mala idea, siempre y cuando se haga bajo reglas que eviten que los dólares estadounidenses vayan a los bolsillos de los militares cubanos. Por ejemplo, Biden podría exigir que los turistas estadounidenses se alojen en casas de huéspedes privadas en la isla, ayudando a crecer al incipiente sector privado en Cuba.

Pero un acercamiento mayor con el régimen cubano sería un desastre para los demócratas, y sería totalmente inconsistente con la promesa de Biden de restaurar los derechos humanos y la democracia como ejes de la política exterior estadounidense.

No tendría sentido que Biden hiciera una excepción con Cuba, una dictadura que lleva 63 años en el poder. En este momento, Biden está haciendo lo correcto –política y moralmente– al no premiar la represión gubernamental allí.


©El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

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