"Búsqueda implacable", por Carlos Galdós
"Búsqueda implacable", por Carlos Galdós
Carlos Galdós

En el rubro de trabajadoras del hogar hay un mercado realmente vil del cual sacan provecho muchas amas de casa que solicitan este servicio. Es común escuchar que las desperate housewives que andan en plena búsqueda de trabajadoras del hogar –o ‘chachas’– priorizan los siguientes requisitos: que sean de provincia, de preferencia menores de edad y que no quieran estudiar. Pero lo más indignante es cuando este pedido tiene como valor agregado una condición aberrante: “mucho mejor si es una chiquilla embarazada”. Como si se tratara de una mala parodia del comercial de “pásame la Manty”, tuve la desdicha de escuchar una conversación entre señoras en un café miraflorino donde se quejaban de lo difícil que era conseguir ‘chacha’ en estos días. “Y si tienes la suerte de encontrar una que sea honesta, de seguro esta te sale con una serie de pretensiones jaladísimas de los pelos”, escuchaba mientras trataba de no transformarme en Hulk.

No se trataba de tres señoras de la edad de mi abuela o de mi madre, que podrían cargar con el lastre de malas prácticas con el personal de servicio que caracterizaba al Perú del siglo pasado. ¡No! Para mi asombro, se trataba de tres mujeres jóvenes que no superaban los 35 años.

Tres ‘Cucuchis modernas’, tres limeñísimas limeñitas que intercambiaban ideas sobre cómo esclavizar mejor a las trabajadoras de casa, cómo sacar ventaja de sus horarios, cómo evadir la ley para no tener que pagarles beneficios sociales, cómo retenerlas en casa los domingos y feriados (“que una ya no puede ni hacer siesta porque los chibolos quieren jugar todo el rato”). Pero la frase más desafortunada de la tarde, y la que me movilizó a escribir estas líneas, fue: “Para evitarme todos esos problemas yo me las busco chibolas y embarazadas. Esas son las que más necesitan el trabajo y aguantan todo”.

Solo como dato de lo que ocurre en nuestro país, se estima que hay alrededor de 68 mil mujeres adolescentes embarazadas entre los 15 y 17 años, de las cuales 15 mil provienen de zonas rurales. Según la preferencia de la señora de la mesa, son las candidatas perfectas a trabajadoras del hogar.

Revisemos entonces el perfil de estas postulantes a emple-esclavas tan requeridas por ese headhunting que impunemente tiene como fachada el rótulo de ‘agencias de empleo’.

Las adolescentes embarazadas se enfrentan a:

1. El abandono de sus parejas

2. La imposibilidad de concluir sus estudios escolares, de lo cual se desprende de manera natural la limitación de sus planes de vida y del acceso a oportunidades de desarrollo

3. El incremento de los riesgos en la morbilidad de la adolescente embarazada y su bebé

4. La limitada o casi nula capacidad de la adolescente madre para criar al niño Todos estos puntos de riesgo y vulnerabilidad no son ingenio mío sino más bien conclusiones a las que Unicef llega después de estudiar a fondo esta problemática de las que muchas mujeres en condiciones socioeconómicas diametralmente opuestas pretenden sacar ventaja ‘contratando’ a estas casi niñas y sometiéndolas desde su desventaja. Querida Cucuchi Darling, ubica tu GPS cerebral, trata de ponerte en ser humano mode on y date cuenta de que lo que estás haciendo no está nadita bien desde ningún punto de vista. Peor si ese es el mundo que le enseñas a tus hijos y mucho peor aún si pretendes que el Perú sea un país justo y mejor. Después te quejas por lo que pasa en las elecciones... ¡parfavar!

Esta columna fue publicada el 23/04/16 en la revista Somos.