(Foto: GEC).
(Foto: GEC).
Richard Webb

En la foto de la independencia figuran solo dos personajes. Y ninguno tiene cara de futuro héroe de la economía. Uno es el aristócrata, bien rentado, a quien no le interesa construir nada. El otro es el indio aplastado, incapaz de la más mínima iniciativa para salir adelante. Sin embargo, y a pesar de ese elenco poco prometedor, desde ese primer 28 de julio hasta el presente la economía productiva de la nueva República se ha expandido más rápidamente que las economías de la mayoría de las potencias hoy desarrolladas, incluyendo Gran Bretaña, Japón, Alemania, Francia e Italia.

Pero, ¿quién fue el artífice, el realizador de ese salto productivo? ¿Será que en la foto había un personaje escondido, hasta ahora no reconocido? ¿O será que la imagen es trucada, editada para reforzar un mensaje? Lo cierto es que las economías son creaciones humanas –no se levantan solas– y su desarrollo no es posible sin múltiples actos de iniciativa empresarial, inversión arriesgada, y sacrificio de comodidades y vida familiar. Estando a solo dos años del bicentenario, es hora de ponerle cara y nombre al desconocido héroe, en realidad grupo de héroes de la economía, los responsables de ese milagro productivo. Pero para eso debemos descubrirlos.

Para orientar la búsqueda, definamos el perfil de ese personaje. Buscamos a los empresarios aventureros, los creadores de nuevos productos y nuevas formas de organización y producción, los pioneros de nuevos mercados y nuevas tecnologías, tanto en el campo y en la ciudad, un grupo humano que ha evadido a los historiadores pero que ha venido transformando y empoderando nuestra economía durante dos siglos. Sabemos que ese grupo existió a lo largo de la República, por la simple razón de que alguien tiene que haber realizado la proeza productiva que hoy constatamos en las estadísticas. Pero si excluimos a la élite hispana y las “masas” indígenas del liderazgo empresarial, ¿quién queda?

¿Pudo tratarse de una clase media, no aristocrática, pero tampoco oprimida económicamente? La historia nos dice poco de ese grupo humano. Su existencia se empieza a reconocer, pero como un fenómeno reciente, y su aparición estaría asociada más al papel de apoyo administrativo que al de las iniciativas empresariales. Sin embargo, cuanto más se acerca el historiador a una localidad, más emerge el perfil de grupos medios cuya combinación de poder político y poder económico abre posibilidades de iniciativa empresarial.

El extremo de esas miradas de cerca es la del antropólogo, y es justamente la visión que más enfatiza el papel de los grupos medios. Así, un resultado que se repite en los estudios de comunidad es el descubrimiento de una enorme desigualdad interna. Un estudio pionero de comunidades en Puno realizado hace medio siglo descubrió una estructura interna cuya desigualdad era una mímica de la desigualdad a nivel nacional. Así, una “plutocracia” conformada por apenas el 2% de los comuneros era dueña de gran parte de la tierra y de los animales, y muchos tenían una tienda e implementos como un radio o una lámpara a presión, conviviendo con comuneros con poca o incluso ningún pedazo de tierra. Típicamente, entre los “ricos” de la comunidad estaban comerciantes, profesionales, funcionarios públicos y clérigos, y sus recursos incluían el poder político. La desigualdad comunera tenía una función política, favoreciendo la capacidad de control desde los niveles más altos de la sociedad. Pero es probable que también contribuyó a la acumulación de capacidades económicas y políticas necesarias para el emprendimiento local, tanto en negocios como transporte y comercio, como en inversión en mejoras agrícolas.

Esa misma diversidad de situación económica y política se descubre también a niveles más altos de la escala social, como revelan algunos estudios de la propiedad de haciendas. El estudio de haciendas en Lambayeque realizado por Susan Ramírez, por ejemplo, descubre un alto grado de rotación en el destino de los capitales, con compras y ventas relacionadas a la diversidad de negocios de sus dueños. La propiedad de haciendas fue dinamizada también en la sierra de Huancavelica y Junín con el movimiento de capitales entre la minería y la agricultura. Queda la impresión de que, mientras más uno se acerca a los detalles de la sociedad local en los siglos anteriores, más se descubren evidencias de comportamientos empresariales que, si bien en su gran mayoría eran de pequeña escala y de poca visibilidad, fueron sumando calladamente a la creación del avance global que registran las estadísticas nacionales.