La semana pasada tuvo lugar un excelente CADE en el que se discutieron algunos de nuestros más importantes desafíos para que como país pasemos de la combi al tren bala. Fue un CADE en el que la tradicional agenda empresarial de economía y negocios se amplió para abordar con prioridad temas de gran actualidad, antes ausentes o secundarios, como la lucha contra la corrupción y el crimen organizado, el futuro de la descentralización y los retos de la educación.
Un CADE que refleja la creciente preocupación empresarial con el déficit institucional, que de no ser superado hará muy difícil que superemos la trampa de los países de ingreso medio, aquellos que se muestran incapaces de seguir creciendo para dar el salto al Primer Mundo.
El colombiano Óscar Naranjo, protagonista de uno de los procesos más notables de reforma y modernización policial, nos recordó que la seguridad es una precondición para el desarrollo y que, para ser exitosa, debe contar con tres sólidos pilares: la policía, la justicia penal y las cárceles. La seguridad no es un fin en sí mismo sino un instrumento de convivencia democrática y todo gasto en ella es una inversión.
El buen gobierno requiere de una buena policía en la calle, que haga respetar las leyes y favorezca la convivencia. Esa policía, cuya razón de ser es el servicio al ciudadano, debe estar bien formada, contar con una gerencia de alto nivel, certificada internacionalmente, rendir cuentas tanto a las autoridades como a la ciudadanía y ser tratada dignamente, es decir, bien pagada y con adecuadas condiciones de trabajo y bienestar. Solo en esas condiciones es posible tener una policía profesional.
Por eso, Naranjo no tuvo reparos en señalar que la subsistencia del 24x24 en el Perú resulta incomprensible e inadmisible.
En la lucha contra el crimen organizado, la estrategia más inteligente, según Naranjo, es impedir que prosperen las economías criminales, siguiendo la ruta del dinero para impedir que sea lavado en la economía formal. La inteligencia financiera cumple un rol fundamental. También es preciso combatir la informalidad, perfecto caldo de cultivo para el crimen. Eso explica que manifestara su simpatía con los esfuerzos de inclusión financiera que actualmente promueve la Asociación de Bancos.
Luego habló el ministro Urresti. Fue como regresar del tren bala a la combi. A diferencia de los ministros Gallardo, Ghezzi, Segura y Saavedra, perdió la oportunidad de explicitar su estrategia para resolver los problemas de su sector, especialmente los de la policía, limitándose a una larga enumeración de acciones sin mayor orden ni concierto. Del 24x24 ni una palabra y de una política integral de lucha contra la corrupción, tampoco.
No dio una sola cifra ni presentó indicadores que permitan evaluar su gestión. Aun así, arrancó algunos aplausos, lo que da cuenta de su capacidad histriónica. Mientras tanto, continúa el deterioro y seguimos sin el liderazgo y la hoja de ruta que requerimos.