Nerviosismo, zozobra, inestabilidad. Este es el estado emocional de la opinión pública. El resultado ajustado de las elecciones ha contribuido a ello, pero, sobre todo, la falta de claridad en la labor de las autoridades electorales.
El Jurado Nacional de Elecciones está replegado en sus tareas funcionales. No ha dado un paso adelante frente a la opinión pública sobre los plazos, los procesos y los desafíos que encara.
Hay desconocimiento sobre lo que va a pasar y cómo va a pasar. Ese desconocimiento alimenta la especulación, la fantasía, pero también la preocupación, cierta y verdadera.
Esa incertidumbre no se limita al resultado electoral. Las escaramuzas entre algunos técnicos de Pedro Castillo y algunos representantes del partido Perú Libre solo agregan inquietud.
Pedro Francke es vocero económico oficial de la “candidatura” de Pedro Castillo. Aunque él no se sienta aludido, Vladimir Cerrón, le ha recordado que los “invitados” deberían tener en claro que el “ganador” de las elecciones es Perú Libre y no ellos.
Es imposible que el público tenga alguna expectativa más o menos certera sobre qué es lo que finalmente sucedería en un eventual gobierno de Pedro Castillo.
Y no se trata solo de los temas económicos. Guillermo Bermejo, congresista electo por PL, hizo unas declaraciones sobre temas judiciales. Dina Boluarte, la candidata a la vicepresidencia, lo desautorizó. Boluarte dijo que Bermejo tenía desconocimiento del sistema jurídico. “Opina cosas que no se ajustan al sistema legal”, agregó. “No es la voz oficial del partido, de ninguna manera”, sentenció finalmente.
Por el lado de Fuerza Popular las dudas no vienen de contradicciones entre sus representantes. Vienen de las posibilidades de manejo que tendría frente a la situación electoral actual.
Una victoria en mesa para Fuerza Popular sería difícilmente manejable. Se produciría una situación social delicada, compleja y de difícil pronóstico.
Una situación como tal no se agotaría rápidamente. Fuerza Popular no ha dicho cómo manejaría el cuadro social que podría producir su pretendida victoria electoral en mesa.
La votación de la segunda vuelta, además, no refleja una adhesión programática. La suma de votos para cada grupo tiene varios componentes. Entre ellos, por supuesto, el antivoto.
El electorado que ha favorecido a cada partido no apoya necesariamente sus ideas y programas de gobierno. Una vez que el ganador anuncie sus primeras medidas recién se sabrá qué tipo de adhesión puede lograr.
Una vez proclamado el próximo presidente, y una vez anunciadas sus medidas de gobierno, se producirá una nueva composición de la opinión pública.
Hay una porción del electorado que favorecerá cualquier tipo de programa del nuevo gobierno. No necesariamente se trata, sin embargo, de la mayoría.
Esta es una nueva fuente de incertidumbre. ¿Qué pasará con los distintos grupos que apoyaron como electores al partido ganador? ¿Cómo se alinearán y cómo reaccionarán?
¿Cómo se resolverán, por ejemplo, las contradicciones entre el equipo técnico de Perú Libre y los representantes aglutinados en torno a Vladimir Cerrón y el partido?
Hay cosas que no se van a solucionar ahora. El panorama en el Jurado Nacional de Elecciones, sin embargo, bien podría aclararse. Esa sería, al menos, una fuente menos para alimentar la incertidumbre que vive el país ahora y que afecta claramente, a la economía y a la sociedad.
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