El gran pecado del candidato a la Municipalidad de Lima, Luis Castañeda Lossio, es no estar en los medios de comunicación de la manera como se lo reclaman sus contendores.
Estos no le perdonan que “en silencio” tenga la ventaja que tiene. Tampoco le perdonan que la guerra sucia no le alcance y más bien lo victimice y lo favorezca.
Pero los mismos que lo llaman mudo, que lo imaginan enfermo y quisieran oírlo a los cuatro vientos metiendo la pata, lo han vuelto a instalar exitosamente en los noticieros y en los debates.
No hay medio de comunicación que no se ocupe, bien o mal, de Castañeda.
“No es justo –dicen sus rivales, desde Susana Villarán hasta el número 13 de la lista–, que Castañeda tenga tanta intención de voto (57 % según la última encuesta de Ipsos para El Comercio) si no sale a la calle ni sube los cerros ni declara a la prensa ni asiste a los debates ni presenta propuestas”.
Lo que nadie parece ver claro en el fenómeno Castañeda, es que detrás de él hay un elector duro (por sobre el 45%), que aparentemente no va a cambiar porque el candidato de Solidaridad decida romper su silencio o termine siendo el blanco de un misil investigativo mal disparado.
El Caso Comunicore, por ejemplo, del cual Castañeda fue judicialmente excluido, va a estar sin duda en la campaña. ¿Si no lo afectó antes lo afectará ahora?
Lo que nos dice el voto duro de Castañeda es que este empezó a construirse el mismo día en que la actual alcaldesa de Lima cometió, como tal, su primer error: la desvalorización de la obra de su predecesor, que no por casualidad terminó su gestión con un 89% de aprobación.
Si Villarán hubiera confiado la administración municipal a un equipo de gerentes, tanto o más eficientes que el equipo que dirigió Castañeda, en beneficio de los ocho millones de habitantes de Lima, ella habría ganado mucho en lugar de acumular pasivos continuos que sirvieron de plato de fondo a una revocación muy dañina y luego al empoderamiento de la candidatura de aquel al que el 57% de limeños lo reclama hoy como su alcalde.
El problema no es, pues, Castañeda. Es el elector duro de Castañeda. Ese elector que no se va a mover fácilmente. Es, además, el elector que está desde hace mucho tiempo escuchándolo y siguiéndolo. No ha aparecido recién en la campaña electoral.
De ahí que cuando los demás candidatos, comenzando por la propia Susana Villarán, convocan a Castañeda al ruedo, este, sin decir una palabra, les recuerda que su campaña empezó no en el 2014 sino en el 2012 y 2013. Desde que perdió las elecciones presidenciales sus electores lo querían de vuelta en la Municipalidad de Lima.
Estaba sin duda más pintado para este cargo que para la Presidencia de la República.
Quizá al revés de Susana Villarán, que si hubiera perdido la elección municipal podría haberse convertido, en lugar de Ollanta Humala, en el “mal necesario” de la segunda vuelta del 2011, frente a Keiko Fujimori.