Entendiendo el crecimiento, por Roberto Abusada Salah
Entendiendo el crecimiento, por Roberto Abusada Salah
Roberto Abusada Salah

Cada mes los peruanos participamos en la liturgia que encabeza el jefe del INEI en la que se anuncia el crecimiento de la economía en un mes determinado. Ante esa información, muchos consumidores, empresarios y amas de casa ven su estado de ánimo alterado, para bien o para mal, de acuerdo con el número que se anuncia y de seguro revalúan las decisiones de comprar, ahorrar o de iniciar un negocio. 

El pasado 15 de octubre se anunció que en agosto la economía creció 5,5%, con lo cual aumenta aritméticamente la posibilidad de que en el 2016 la economía crezca 4%. Pero, en realidad, el crecimiento de agosto o el de cualquier mes en particular no da mucha información respecto de si vamos o no por buen camino. Si bien durante esa ceremonia se explica cuál fue la performance de tal o cual sector de la economía, ninguno de esos números por sí solos ameritan, según sea el caso, nuestro entusiasmo o nuestro pesimismo. 

Es una mala idea la de poner el foco de atención en lo que pasó en un mes en particular porque el crecimiento de la economía en un mes depende mucho de la época del año y de lo que sucedió con la economía en el mismo mes del año anterior. Es por esto que en la mayoría de países se opta por anunciar el crecimiento trimestral en lugar de hacerlo mensualmente. El crecimiento de agosto se explica por la mayor producción de dos minas que se empezaron a construir hace cinco o seis años, y el repunte pesquero después del efecto del fenómeno de El Niño. Esa explicación es totalmente inútil para saber si la economía se acelera y si algo ha cambiado que justifique que consumidores o empresarios modifiquen su comportamiento económico.

Lo que es importante saber es si existen nuevas y sostenibles fuentes de crecimiento, si el empleo formal y con mayor productividad está creciendo, si la pobreza está cayendo, si se han planeado reformas que presagien un ritmo más alto de crecimiento, si se han tomado medidas para que la creación de riqueza por parte de empresarios de todo tamaño esté menos obstaculizada por el Estado y si este viene o no acompañando a la actividad productiva con más y mejor infraestructura. Interesa saber si el Poder Judicial está ayudando a darle más solidez a nuestros contratos, si la educación mejora y la salud de calidad alcanza a toda la población, si retrocede la criminalidad. Esas son las noticias que deberían ocupar los titulares. 

El fuerte aumento que se ha dado en la confianza de consumidores y empresarios con el inicio del nuevo gobierno parece indicar que la población espera mejores condiciones de progreso. Resta saber si esas expectativas positivas se originan principalmente en la confianza que genera la nueva conducción política y económica, o son simplemente producto del gran alivio por el término de la pobre administración anterior. 

Hace solo cuatro o cinco años el Perú tenía una economía que podía crecer 6% por año y hoy sabemos que tal potencial es 4%. Hay muchas razones que explican esta mala noticia, pero se pueden resumir fundamentalmente en dos: la economía internacional anda convulsionada y nos ha traído, entre otras cosas, precios menores para la mayor parte de los productos que exportamos; precios sobre los cuales no tenemos influencia alguna. La segunda razón está dada por el deterioro institucional en términos de la eficiencia del Estado. En las evaluaciones internacionales el Perú muestra tres problemas fundamentales: la ineficiencia de la burocracia gubernamental, la política laboral restrictiva y la corrupción. El Estado se ha convertido en el principal obstáculo para la creación de riqueza. 

El principal reto del gobierno que se inicia es revertir la tendencia de deterioro de los últimos cinco años. Aquí los objetivos son tan claros como difíciles de lograr: mejorar sustancialmente la seguridad ciudadana y revertir la caída en la inversión privada. Un elemento fundamental en el logro de este segundo objetivo es reconocer que el Perú es un país eminentemente minero y que el desarrollo de la minería se irradia positivamente a todas las actividades económicas desde la industria y la construcción hasta el transporte y la agricultura. Ceder terreno a quienes se oponen a su desarrollo es traicionar las aspiraciones de progreso de todos los peruanos. Prescindir de nuestra principal riqueza es entrar a un ring de boxeo con un brazo atado a la espalda. Así de simple.