Preguntado si tiene temor a que lo puedan destituir del cargo, el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) respondió que no, porque “nosotros tenemos una reputación internacional que muy pocos tienen. Hoy, basta con leer el ‘Wall Street Journal’ (WSJ), ‘Washington Post’ (WP) o ‘The Economist’ (TE). No creo que nadie se atrevería a vacarnos por razones políticas”. (“Gestión”, 26/12/16).
El problema no es que lo diga, sino que realmente cree eso. Piensa que su prestigio internacional es un escudo que podría disuadir a posibles adversarios que quisieran vacarlo. Aunque es verdad que PPK es el mandatario peruano con mejor reputación en el mundo de las últimas décadas, que es respetado y admirado en los círculos financieros y por los medios que menciona, en el Perú son muy pocos los que leen o se guían por lo que dicen esas catedrales del periodismo internacional.
Desde el punto de vista de la política criolla, mucho más importante podría ser el respaldo de “El Trome” o “El Popular”. Y si en algún momento llega a producirse la amenaza de vacancia, a los que quieran deponer a PPK les importará un comino lo que digan el WSJ, WP o TE.
De hecho, “The Economist” publicó un artículo titulado “Un pequeño acto de suicidio nacional en Perú” en el que critica duramente a la bancada de Fuerza Popular por la censura de Jaime Saavedra, cosa que no inmutó a los parlamentarios de ese grupo. TE, una revista liberal británica fundada en 1843, es probablemente la más importante del mundo y muy influyente en las élites globalizadas. Acá, los fujimoristas que infestan las redes salieron del paso rápidamente respondiéndole a TE: “caviar”, “mermelera”, etc. Con ese nivel de debate, es iluso pensar que la reputación de PPK en el extranjero y el respaldo de los grandes medios internacionales sirvan para algo en la lucha política peruana.
El balance de la censura de Saavedra es que ha sido un triunfo categórico del fujimorismo. Destituyeron al ministro asestando un golpe doloroso al gobierno y advirtiéndole claramente que pueden hacerlo cuando les parezca.
Los antifujimoristas intentaron que sus adversarios pagaran un precio alto por su acción, pero al parecer no lo consiguieron. Según GfK, la aprobación de Keiko Fujimori subió dos puntos en diciembre, en tanto la de PPK caía cinco puntos. (“La República”, 18 y 19/12/16).
Casi el 60% de los encuestados no estaban informados del debate acerca de la censura de Saavedra. Y de los informados, el 48% estaba a favor de esa medida y el 46% en contra. (La encuesta se hizo después de la interpelación y pocos días antes de la votación del Congreso).
Finalmente, el fujimorismo se apresuró a realizar un control de daños para paliar posibles consecuencias negativas de su acción, convocando a una reunión a través de su allegado, el cardenal Juan Luis Cipriani. De esa manera, Fujimori aparentaba ser una lideresa responsable y dialogante, a la vez que doblegaba otra vez a PPK obligándolo a acudir a un terreno amigo –la casa de Cipriani–, evitando esa pequeñísima muestra de reconocimiento a su investidura que hubiera sido visitarlo en Palacio de Gobierno.
La jugada fue hábil, pues en esas circunstancias PPK no podía dejar de atender la invocación de Cipriani. Y si iba, perdía, como realmente ocurrió.
Las respuestas del gobierno han sido tan predecibles como inútiles: invitar al resto de grupos políticos a conversaciones intrascendentes y reunir al muy venido a menos Acuerdo Nacional.
Las agresivas declaraciones de PPK en su local partidario en vísperas de Navidad –“no nos dejaremos pisar por una mayoría en el Congreso”– solo irritan a sus adversarios y ya no entusiasman a sus seguidores que no le creen, porque perciben que entre las virtudes del presidente no están la combatividad y la audacia.
Así las cosas, el 2017 no presagia nada bueno en política. Probablemente más enfrentamientos y debilitamiento de un gobierno que carece de rumbo, liderazgo y operadores políticos.
Los hallazgos del Caso Lava Jato servirán al fujimorismo para degradar a los tres últimos gobiernos y eventualmente al propio PPK.
Así, el escudo que cree tener el presidente ante la amenaza de la vacancia, en realidad cuenta menos que el papel en que están impresas esas prestigiosas publicaciones.