El género y la historia, por Alfredo Torres
El género y la historia, por Alfredo Torres
Alfredo Torres

El artículo de ” (El Comercio, 6/4/17), en el cual defiende “la tolerancia indispensable ante los temas de género y la libertad de prensa”, en contra de las posiciones prevalecientes en su partido, puso en evidencia que el debate entre liberales y progresistas de un lado, y conservadores y autoritarios del otro, tiene para rato y se da también, aunque soterradamente, en el interior del partido que lidera su hermana Keiko. Y, si bien hay un consenso muy amplio a favor de la libertad de prensa, la distribución de la población con relación al tema de género está dividida. 

El debate sobre el género en el Perú gira actualmente alrededor de la educación sexual y la homosexualidad. A partir de un conjunto de preguntas efectuadas por Ipsos sobre estos temas se pueden distinguir tres grandes grupos en la población peruana. Uno liberal, donde se encuentra alrededor de 30% de la ciudadanía; uno moderadamente conservador, que engloba a cerca de 50%; y uno ultraconservador, que representa otro 20% de la población. 

De acuerdo con esta segmentación, los liberales creen que la educación sexual debe impartirse en los colegios y están de acuerdo con la unión civil; los conservadores moderados aceptan que se imparta educación sexual en los colegios y afirman que los homosexuales deberían tener los mismos derechos que los heterosexuales, pero se oponen a la unión civil; y los ultraconservadores rechazan la educación sexual escolar ya que creen que los niños pueden volverse homosexuales por lo que se les enseña en los colegios, y los homosexuales son personas enfermas, cuando no diabólicas. 

La proporción de liberales es mayor entre las personas de mayor nivel educativo y entre los más jóvenes –los ‘millennials’, como diría Kenji–, lo que no es una sorpresa. Históricamente, las personas más educadas y las más jóvenes han abrazado las ideas de vanguardia que, con el paso del tiempo, han sido aceptadas por la mayor parte de la población. Tal como ocurrió en el pasado con otras dos reivindicaciones de género: el voto femenino y el divorcio. 

Hace un siglo, muy pocos países en el mundo aceptaban el derecho de la mujer a votar. La lucha de las sufragistas fue larga e incluyó marchas, prisión y huelgas de hambre, pero al final triunfaron. En Europa las mujeres pudieron votar por primera vez en Finlandia en 1907 y poco después en Noruega y Suecia. El primer país en permitir el voto de la mujer en América Latina fue Uruguay, en 1927. El voto para la mujer recién fue posible en el Perú en 1955. El último país que reconoció este derecho fue Arabia Saudí en el 2015. 

En el caso del divorcio, la historia es más larga. En muchas culturas de la antigüedad se permitía que el hombre repudie a la mujer, incluso que esta fuese lapidada si el motivo era adulterio, pero la mujer no podía dejar a su marido. El primero en poner en condiciones de igualdad al hombre y la mujer en el matrimonio fue Jesús. Prohibir que el hombre repudie a su pareja era entonces proteger a la mujer. En el siglo XX, conforme la mujer fue adquiriendo consciencia de sus derechos civiles, de su independencia, la legislación sobre el divorcio se extendió por el mundo. En el Perú rige desde 1931, pero en otros países tardó en reconocerse. La Iglesia Católica dio una larga batalla en contra del matrimonio civil primero y luego del divorcio, pero al final fue derrotada. Uno de los últimos países en establecer el divorcio fue Chile, en el 2004, y ahora solo quedan dos Estados en el mundo que no lo permiten: Filipinas y el Vaticano. 

Así como las mujeres bregaron por sus derechos en el siglo XX, los homosexuales están luchando por los suyos en el siglo XXI. Las Naciones Unidas recién aprobaron una declaración de los derechos LGBTI en el 2011 con el voto de 96 países (la mayoría de América y Europa) pero también firmaron una declaración en contra de esos derechos 57 países (la mayoría en el Medio Oriente). El matrimonio igualitario o la unión civil rigen actualmente en 23 países, entre ellos Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México y Uruguay, pero la homosexualidad es ilegal en 73 países y sujeta a la pena de muerte en ocho de ellos, todos ellos ultraconservadores musulmanes. 

Si bien es cierto que ya son infrecuentes las ejecuciones de mujeres adúlteras y de homosexuales, sí son comunes en muchos países musulmanes las condenas a prisión, donde estos son víctimas de múltiples vejámenes. La situación no es tan grave en Occidente, pero todavía quienes manifiestan alguna orientación homosexual son víctimas de ‘bullying’ (desde el colegio), discriminación y hasta crímenes de odio. 

Cuando los congresistas debatan temas como la llamada ideología de género o el Decreto Legislativo 1323 deberían preguntarse si no están siendo víctimas de prejuicios del pasado. Si quieren mantener su vigencia en el futuro, deberían escuchar más a las nuevas generaciones y aprender a leer el sentido de la historia.