Genio impredecible, por Pedro Suárez-Vértiz
Genio impredecible, por Pedro Suárez-Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

Valgan verdades. Cantantes como Cat Stevens, James Taylor, Paul Simon, Bob Seger o John Denver han sido mucho más difundidos en el Perú que el flamante nobel Bob Dylan. Se sabe bastante de él por su valor histórico, pero sus canciones son poco o nada conocidas por el público promedio peruano.

El año pasado le llegó a mi amigo Wieland un póster de Alemania autografiado por Dylan, sin dedicatoria. Es decir, la sola firma. Algo fundamental para que tenga posteriormente valor comercial. Su hermana fue a verlo tocar e ingenuamente lo esperó a la salida con el afiche en la mano. El célebre músico, en un acto inusual, se lo autografió. Es una de las pocas firmas de Dylan –o la única que he visto– en Perú.

Wieland es un disquero de las mejores épocas de la industria de la música. Hoy representa a Warner en estos tiempos digitales, pero vivió muy de cerca la época del vinilo. “La verdad, dudo muchísimo que Dylan haya sonado en radios locales, y menos que haya vendido discos. Probablemente CBS Sony haya importado algunas unidades, pero no creo que se haya lanzado como prensaje nacional algún álbum. Yo me río de cómo hoy todos resultan ser ‘fans’ de Dylan... gente que en su vida lo ha escuchado y menos que lo ha tenido en su discoteca personal”, comenta.

A título personal, aunque me encanta, Dylan no me influyó mucho directamente. Eso sí, influenció a mis influencias: Beatles y Stones. Sus letras, si bien son obras maestras, son muy herméticas en comparación con las temáticas usuales de la música popular. Sobre todo para los hispanohablantes. Nunca lo consideré un exponente del rock, aunque el rock le debe mucho. Siempre me gustaron su fraseo y sus melodías. Lo disfruto mucho, pero entiendo por qué no pasa lo mismo con muchos de mis compatriotas.

Ojo que Dylan fue un joven rocanrolero que luego voluntariamente se mudó al folk, pues consideraba que en este género se lucían más las letras. Quizás el folk fue menos internacionalizable que el rock n’ roll y por ello la poca difusión masiva de Dylan por este lado del planeta. Definitivamente, se le escucha más en países como España, Argentina, México y Chile y es muy respetada su obra más que su éxito mediático. Estamos hablando de una persona con un catálogo de más de 50 años y más de 70 discos. Tiene presencia solo en radios especializadas, como lo es aquí Doble Nueve.

El legendario narrador y productor radial Walter Gonzales, autor del libro Música Escondida que acopia todos los rankings musicales radiales del Perú desde el año 1948 hasta el 2000, explica: “Cuando emerge Bob Dylan a mediados de los 60, por lo menos aquí en el Perú se supuso que nacía una nueva estrella del rock y el pop. No notaron su connotación poética. Las emisoras en que sonaba eran todas AM. Las FM no aparecían aún. A Dylan se lo conoció aquí con Like a Rolling Stone y los Byrds llevaron Mr. Tambourine Man al número uno del hit parade norteamericano. Las radios donde sonaba eran El Sol, Miraflores y alguna por ahí como Universal del Callao, que en programas efímeros irradiaban temas de Vanilla Fudge, Jimi Hendrix y Bob Dylan.

Este gozaba de una bien ganada fama de nadar a contracorriente. Hablaba de los jóvenes que gozan de licencia para matar en la guerra, mientras no se les permite beber licor hasta cumplir los 21. Con la llegada de la revista Rolling Stone se cimienta la fama de este señor Zimmerman”. Dylan nunca será predecible, nunca será ubicable, nunca habrá otro igual. Hoy tiene el Nobel, que presiento le incomoda solo por el hecho de haberlo sacado de su cotidianidad. Paciencia con él; es un genio modesto.

Esta columna fue publicada el 22 de octubre del 2016 en la revista Somos.