Mercedes Aráoz juró como nueva presidenta del Consejo de Ministros y, junto a ella, cinco nuevos integrantes del Gabinete Ministerial. Entre ello, Claudia Cooper (MEF), Idel Vexler (Minedu) y Carlos Bruce (Ministerio de Vivienda). (Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Mercedes Aráoz juró como nueva presidenta del Consejo de Ministros y, junto a ella, cinco nuevos integrantes del Gabinete Ministerial. Entre ello, Claudia Cooper (MEF), Idel Vexler (Minedu) y Carlos Bruce (Ministerio de Vivienda). (Foto: Anthony Niño de Guzmán / El Comercio)
Juan Carlos Tafur

Cabe ponderar que no se haya escalado el escenario de la confrontación, cosa que hubiera ocurrido si, por ejemplo, PPK mantenía a ministros como Zavala en el MEF o Martens en Educación con el claro propósito de provocar una nueva censura, pero no deja de llamar la atención el formato ministerial elegido, uno apenas más político y claramente conciliador con la oposición aprofujimorista.

No se entiende para qué se buscó sacarle tarjeta amarilla al Congreso. Supuestamente era para controlarlo y permitirle mayor juego al Ejecutivo, pero en los hechos se aprecia que se ha optado por un Gabinete que, a pesar de tener algo más de cintura que el de Zavala, acota reformas institucionales (Salud y Educación han sido entregados a dos conservadores) que resultaban controversiales para la oposición fujimorista.

¿No era que la cuestión de confianza se presentó porque el fujimorismo ponía en jaque la reforma educativa desplegada por Jaime Saavedra y continuada por Marilú Martens? ¿Cómo se entiende el hecho de que hayan nombrado en el Minedu a alguien que está lejos de querer profundizarla en el mismo sentido? La explicación se acerca más al psicoanálisis que a la politología.

¿No era el momento de recuperar la iniciativa, armando un Gabinete que sin ser confrontacional estuviese dispuesto a dar la batalla política contra una oposición cerril en muchos casos y con otra que legítimamente disiente en muchos ámbitos de gobierno?

El gobierno pudo haber conformado un Gabinete más identificado con la tan mentada “revolución social” de Pedro Pablo Kuczynski. Pero hay poco de ese talante. Se han pergeñado algunos cambios que le otorgan algo más de aire político al régimen, pero no más que eso. El resto es claro en su propósito: conciliar con la oposición y favorecer el indulto.

Tal perfil puede responder a la ‘realpolitik’, es cierto, pero la pregunta es para qué se hizo entonces todo el aspaviento de la cuestión de confianza. El gobierno parece creer que la tarjeta amarilla se la han puesto a él y no a Fuerza Popular. Y PPK parece convencido de que cuando se le sugiere que incorpore una mirada más política, debe volverse mañoso y encubierto, galas ambas de nuestro elenco estable criollo, pero que no son las virtudes a las que se alude cuando se le solicita más política en su Gabinete.

PPK no registra la necesidad de reclutar personas fuera de su entorno, que piensen en la gobernabilidad hacia fuera y no solo hacia dentro. Que sean capaces de generar consensos con la oposición, pero no a punta de concesiones sino de lucha política que, además, debe lograr que el pueblo respalde las decisiones del gobierno.

Debe ser una meta gubernativa no solo llegar a una tasa de crecimiento superior al 4% u otras similares, también debe serlo alcanzar un nivel de aprobación popular de alrededor del 40%, única manera en la que un gobierno sin mayoría parlamentaria puede hacerle frente a la tarea de gobernabilidad y que no sea tan políticamente rentable golpearlo. Se ve difícil que la saludable presencia de Aráoz y Bruce baste para ello.

La del estribo: si se quiere leer comentarios generalmente brillantes e interesantes en las redes sociales, recomiendo ir a Facebook y seguir a Enrique Prochazka y Soledad Escalante Beltrán, dos activos académicos que nos permiten abrir esclusas mentales y activar las sinapsis. No se van a arrepentir.