Hermanados por Venezuela, por Federico Salazar
Hermanados por Venezuela, por Federico Salazar
Federico Salazar

Todos debemos de condenar lo que ha sucedido en . Es inaceptable que se anulen las funciones de la Asamblea Nacional.

Todos los poderes en una sola mano. Eso es una dictadura. El caso venezolano nos coloca frente a nuestra historia y frente a nuestro futuro.

Como ha puesto en evidencia el de El Comercio de ayer, el fujimorismo y el Frente Amplio divergen en todo, menos en la defensa de sus respectivos gobiernos autoritarios (“Con mi golpe no te metas”, 1/4/17).

El fujimorismo defiende el 5 de abril de 1992. El Frente Amplio defendió a Chávez y Maduro en el proyecto totalitario venezolano. No me refiero a medidas particulares, sino al gobierno popular sin oposición.

Para el futuro de la política peruana tiene que liquidarse la defensa del golpe particular. No debe haber futuro para el que tenga algún gobierno autocrático que defender.

La presidenta del Congreso, Luz Salgado, ha dicho que el 5 de abril “tiene una connotación diferente a lo que ha ocurrido en Venezuela”. No la tiene. No hay circunstancia que justifique golpe de estado, concentración de poderes, anulación de la oposición.

El 5 de abril el ex presidente Alberto Fujimori cerró el Congreso de la República e intervino el Poder Judicial. Quitó, de hecho, la inmunidad parlamentaria de los diputados y senadores.

Alfonso de los Heros fue presidente del Consejo de Ministros antes del golpe. Renunció, y con él hizo renunciar a todo su Gabinete. Él ha revelado que la versión sobre el obstruccionismo parlamentario es falsa.

Se había reunido con los parlamentarios para coordinar las medidas antiterroristas. Saldrían el 7 de abril. El golpe fue el 5, un domingo en la noche (Somos, 1/4/17, p. 34).

Tras el golpe, se conculcó la libertad de parlamentarios como Roberto Ramírez del Villar y Felipe Osterling, entre varios otros. Se intervinieron militarmente los medios de comunicación.

No hay término medio. Creemos en la democracia o no creemos en la democracia. No podemos aceptar un cierre de Congreso y rechazar otro cierre de Congreso.

En relación a la democracia tenemos que ser dogmáticos. ¿Y el pueblo? ¿Y el apoyo popular de estos gobiernos? La democracia no es la voluntad arbitraria del pueblo, es la consulta al pueblo en lo que el pueblo decide legítimamente. 

También el “pueblo” debe ser sometido a la ley, a la Constitución y a las instituciones. 

Esto es algo que falta asimilar a la izquierda del tipo del Frente Amplio (FA). Si se asimila dogmáticamente el principio de la democracia, no cabe apoyo a proyectos del tipo chavista. No es Nicolás Maduro el problema, sino el chavismo, la democracia entendida como “el poder del pueblo”.

Hermanados en la defensa de sus autocracias, el fujimorismo y esta izquierda tipo FA tienen la oportunidad de hacer su propia transformación. Hagan sus congresos ideológicos, definan sin temor su rechazo a la dictadura, a todas las dictaduras, al concepto de dictadura.

Las diferencias programáticas las discutimos. Antes de esa discusión, sin embargo, debe producirse una definición. 

No es difícil. Tienen que decir: “contra la dictadura, al margen de cualquier circunstancia”. 

Siempre hay razones y siempre hay circunstancias para saltarse las normas. “Estaba apurado, por eso me pasé la luz roja”. “El pueblo lo exigía, por eso disolvimos el Congreso”. Es lo mismo. 

Quien quiera servir a la población debe someterse a las normas por las que fue elegido. No puede crear su propio orden.

¡Pero la gente lo pide! Claro, hay que atender la demanda de la gente, dentro de la ley, dentro de la Constitución. ¡Pero con esa Constitución no se puede avanzar! Cámbiala, dentro de la Constitución.

La propuesta de Verónika Mendoza de sustituir la Constitución está todavía dentro del esquema de crear un nuevo orden. Es una propuesta que debe abandonar.

Venezuela nos da las lecciones que falta aprender. Ojalá el fujimorismo y la izquierda tipo FA se hermanen no en la dictadura, sino en la democracia, en su defensa dogmática y universal.