"Finalmente, los nubarrones sobre la situación económica del país empezarán a hacer sentir su impacto más claramente". (Foto: César Campos / @photo.gec)
"Finalmente, los nubarrones sobre la situación económica del país empezarán a hacer sentir su impacto más claramente". (Foto: César Campos / @photo.gec)
José Carlos Requena

La primera semana del gobierno de presenta un alarmante riesgo no solo para la economía, sino para la democracia peruana en su conjunto. Al mensaje la Nación dado el miércoles 28 –con ribetes reivindicativos lejanos del llamado la unidad de la noche del lunes 19–, se suma un gabinete que genera, con justificada razón, profunda zozobra.

Si bien las sanas esperanzas de sus electores pueden hacer creíble un cambio de rumbo que genere las condiciones para tener cierta estabilidad, es poco probable que este se dé. Para que ello suceda, la gestión de Castillo tendría que mostrarse sensible a la opinión ciudadana, algo que parece estar lejos de su interés, insuflado en campaña y en funciones con palabras como “pueblo”, aunque más atento a su electorado de primera vuelta. Los primeros nombramientos en varios sectores, por ejemplo, son muy ilustrativos del poco valor que parece asignarle la actual administración a la expectativa ciudadana sobre la idoneidad o calificación para ejercer el servicio público.

Las pugnas al interior del actual oficialismo, evidentes en la etapa previa a la toma de mando, han terminado resolviéndose a favor del aliado que llegaba con mayores pasivos, . La conformación del gabinete –empezando por el presidente del Consejo de Ministros, – muestra claramente el peso de Cerrón, que ha logrado el que quizás era su único objetivo al iniciar la campaña electoral del 2021: someter a la izquierda presente en otras agrupaciones.

Precisamente, y sin ostentar cargo oficial, el voluntarioso Cerrón parece jugar a consolidarse como principal y estridente vocero gubernamental. Cada aparición suya genera justificado ruido. Pero ello no parece incomodar al discreto presidente, escondido tras un infaltable sombrero (que nunca se le vio cuando fue un activo líder sindical) ni a un premier que en breve tendrá que acudir al Parlamento a buscar el voto de confianza.

El Congreso, en tanto, ha mostrado cautela, lo que seguramente será la tónica, dado el complejo adversario al que se enfrenta. Tendrá que medir cada paso que da, sobre todo teniendo en cuenta sus ruidosos antecesores. En lo que va de la actual gestión, la principal derrota del oficialismo se ha dado en estos predios: la elección de al frente de la Mesa Directiva del Parlamento. El propio Bellido fue uno de los líderes de las fallidas negociaciones que buscaban que ganara la mesa directiva.

El rol que jueguen los medios y el rol vigilante de las redes sociales será de vital importancia. Hasta hoy, han sido estos actores quienes han evidenciado los bochornosos nombramientos que se han venido dando en sectores como Transporte o Vivienda, o el irregular despacho presidencial de los primeros días, en la opacidad lejana de Palacio de gobierno. Las censurables medidas del gobierno, como limitar la presencia de medios en la ceremonia de juramentación del gabinete, agregan alertas a la tensa relación que empieza a instalarse.

Finalmente, los nubarrones sobre la situación económica del país empezarán a hacer sentir su impacto más claramente. Desde que Castillo pasara a segunda vuelta, se dieron varios signos de alerta, que se quisieron despejar teniendo como principal vocero económico al hoy ministro de Economía, algo que solo se logró parcialmente. Tras su demorada juramentación, se esperaba que cierta calma volviera. Pero es difícil ser inmune a las demás señales que envía el gobierno.

La primera semana de Castillo ha mostrado la foto completa. Lo que se ve hasta ahora está lejos de lo que aún los peores presagios hacían suponer. Debe admitirse, eso sí, que se está haciendo lo que se dijo se haría. Honestidad brutal, le dicen.

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