El ingenio de Trump, por Jürgen Schuldt
El ingenio de Trump, por Jürgen Schuldt
Jürgen Schuldt

El nuevo inquilino de la Casa Blanca no ha caído súbitamente del espacio interplanetario. Su inesperado triunfo en las elecciones fue resultado de los cambios acaecidos en Estados Unidos y el resto del mundo en el transcurso de la última generación. Consecuencia de la globalización y las revoluciones tecnológicas, que desembocaron en inmigración masiva, redistribución regresiva de la riqueza, recorte de los estados de bienestar, emigración de industrias completas, subempleo creciente, armamentismo y terrorismo, cambio climático, entre otros. 

En ese contexto de transformaciones multifacéticas –silenciosas pero radicales–, se fue gestando el caldo de cultivo del cual brotaron –tanto en EE.UU. como en Europa– partidos políticos “posdemocráticos” cada vez más importantes, considerados populistas y hasta neofascistas. Estos derivaron de la transformación psicosociológica de los segmentos más desprotegidos de la población. De ahí, precisamente, Trump capta esos estados de ánimo aparentemente patológicos, que le permitieron acaparar el “voto autoritario”, que es el de quienes le tienen “miedo a la libertad” (Erich Fromm), temerosos frente al cambio social, a los inmigrantes, al terrorismo y, especialmente, a la pérdida de identidad. Son los que claman por el nacionalismo político, el proteccionismo económico y la seguridad interna y externa, a lo que respondió Trump. 

A nuestro entender, su primer mensaje a la nación resultó perfectamente coherente con sus propuestas de campaña, desde dos perspectivas ideológicas. Una primera tiene relación con sus políticas aparentemente populistas que seguramente serán llevadas a cabo, a pesar de ser grotescas o muy pintorescas, pero que tienen su lógica en la mente trumpiana con vistas a la ciudadanía que votó por él: la construcción del muro cuasiberlinés al revés, para cerrar las puertas a mexicanos y centroamericanos; la amenaza a las empresas (no solo automotrices, ni solo estadounidenses) para que instalen sus fábricas en el país; el consumo de bienes “hechos en el país”; la expulsión masiva de inmigrantes indocumentados; las políticas proteccionistas en general, pero especialmente contra el ingreso de mercancías “sensibles” provenientes de China, así como la presión para que revalúen el yuan; elevados incentivos para la multibillonaria inversión en proyectos de infraestructura, etcétera. Con ello se asegurarían los empleos y la eliminación del subempleo, a favor de los “americanos”.

Desde una segunda perspectiva, Trump implementará políticas que siempre han deseado sus colegas republicanos, a juzgar por sus asesores y por los miembros del Gabinete, quienes servirían indirectamente a las inquietudes de los que votaron por él. En lo económico, asumirán ex funcionarios de Goldman Sachs, que responden a los intereses del capital financiero y los estratos de más altos ingresos que se beneficiarán con drásticas reducciones en los impuestos y, una parte de ellos, por la revisión de los tratados de libre comercio. En el área del medio ambiente y la energía, con Exxon Mobil a la vanguardia, están quienes no creen en el cambio climático y que cuestionan las regulaciones medioambientales. Y así sucesivamente: en seguridad interna y política exterior predominan los cuatro generales nombrados, que contribuirán aun más al fortalecimiento del conglomerado industrial-militar; en lo laboral, están los que proponen la flexibilización del mercado y se oponen al aumento del salario mínimo; en materia de salud y educación, encontramos a quienes quieren desmontar las reformas de Obama y privatizar estos sectores claves. En ese sentido, Trump ha escogido bien a quienes coinciden con el neoliberalismo que siempre han defendido sus colegas de partido. Con lo que estaría garantizada la expansión acelerada de la inversión doméstica, gracias al aumento de la tasa de ganancia.

En pocas palabras, Trump parece responder así a los intereses, tanto de ciertos segmentos del gran capital estadounidense como al de los perjudicados durante los gobiernos globalizadores anteriores. Porque, entre otros factores, al estimular la alicaída demanda agregada doméstica en base a varias de las políticas mencionadas, eliminaría el desempleo y subempleo, aumentarían los ingresos y, con ello, el bienestar general. En teoría, el nirvana. En la práctica, ¿la cuadratura del círculo?