Lo peor que nos puede pasar es tener miedo. El miedo paraliza, por supuesto; pero también impulsa y te da herramientas para luchar. Yo quiero salir de mi casa con la certeza de que no habrá maleantes acechando con armas en restaurantes, avenidas o esquinas solitarias. A mí ya me pusieron una pistola en la cabeza, ya pasé por el trance de ver a tres sujetos apuntándote con el único afán de robar o secuestrar y les juro que ese trago amargo no se lo invito a nadie. Y si hago memoria puedo contar más de una historia de mi entorno que ha sufrido experiencias traumáticas; pero nada cambiará si nos quedamos callados.
Nuestro deber es reclamar a las autoridades. ¿Vivimos inseguros en el Perú? Por supuesto. No solo por los delincuentes que sin asco son capaces de disparar a cualquier hora del día, cobrar cupo, cumplir venganza o sabe el diablo qué; sino porque desde hace años algo se pudre en la policía, en la fiscalía, sin dejar de nombrar a los jueces torcidos por el dinero que nunca son procesados. ¿Les parece gratuito que el ministro del Interior pida a los jueces y fiscales dejarse de cosas y actuar con decencia? ¿Les espanta que un supuesto narco como Gerald Oropeza pida desde la clandestinidad seguridad porque quieren matarlo y que días después de la granada que cae en su auto aparezcan otros “amigos” muertos a balazos? ¿En qué país vivimos?
Hartos estamos de que nos vengan con la telenovela de que esto no es obra de Humala, que también pasó en épocas de Fujimori, Toledo y García. Vaya consuelo. Hace rato que vemos la pus de un sistema infectado. ¿Y qué esperan para limpiar? Que el Barómetro de las Américas arroje en su último resultado que la inseguridad es nuestro principal problema era previsible. Lo gritan todas las encuestas; pero el presidente Humala ha decidido seguir con los ojos tapados y pasará a la historia por sus decisiones tibias. ¿Qué dirán ahora los candidatos a la presidencia? Apuesto que van a prometer la eliminación del 24 x 24 y jurarán que ningún policía volverá a ser guardián de un banco o supermercado, menos de un edificio en construcción; apuesto a que prometerán devolvernos el honor y la seguridad.
Lo que nadie prometerá es una revolución en todos los sectores porque hay demasiado techo de vidrio. Lo que nadie nos dirá es cómo así un ciudadano tuvo en este gobierno el resguardo más grande de la historia como si fuera presidente y cómo así la fiscalía no lo investiga como la decencia manda. Lo que nadie presentará es la lista de todos los cómplices en la policía, fiscalía, Congreso y demás terrenos. Mientras todos estamos pendientes del ex amigo presidencial que lucha en Bolivia por demostrar su inocencia, otros vivos (narcos, desfalcadores, lobbistas que compran conciencias y demás truhanes) pasean felices confirmando que ni por asomo tendrán prisión preventiva y que en efecto la corrupción es el virus que ha enfermado al país.