Jurista, creador e innovador, por Francisco Miró Quesada Rada
Jurista, creador e innovador, por Francisco Miró Quesada Rada

Cuando entraba en el aula parecía que esta se iluminaba. A veces vestía terno completo y otras combinado. Llevaba un libro o unas copias en sus manos, tomaba posesión subiendo a la tarima, no se sentaba en el escritorio y una vez instalado iniciaba su clase, acompañada por una extraordinaria oratoria con magnífico dominio de la escena. Parecía una mezcla de oratoria con teatro, pero en esencia se trataba de una clase magistral, con esa retórica del maestro, muy distinta a la del político, porque al lado de la fluidez y elegancia de la palabra, surgía el dato riguroso, la explicación clara y precisa, que no habla para sí sino para que los otros entiendan los conceptos vertidos en clase. 

Daba inicio con el Título Preliminar, para concluir con el libro primero sobre la persona. El año que pasamos en el aula con Carlos Fernández Sessarego fue entretenido, ni se sintió, pero nos dimos cuenta de que habíamos aprendido la lección. El aprender, el saber, no tienen que ser aburridos pero, eso sí, todo depende del maestro. Eso sucedió con Carlos Fernández, nos alegró a toda la promoción.

Rápidamente entendí ante quién estaba. Entonces decidí presentarme una de esas tantas mañanas en las que él permanecía algunos minutos en los pasillos de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad de San Marcos. “¿Cómo está usted?”, lo saludé. “¿Cómo se llama?”, me respondió. “Soy Francisco Miró Quesada Rada”. Me miró fijamente y exclamó con ironía: “Caramba, qué viejo estoy. Los hijos de mis amigos son mis alumnos”. De ahí en adelante surgió una gran amistad manteniendo, sobre todo en el aula, la distancia respetuosa que debe existir entre profesor y alumno.

Se graduó de bachiller en Derecho con una tesis innovadora defendida ante el jurado en 1950, titulada “Bosquejo para una determinación ontológica en Derecho”, en la que creó la Teoría Tridimensional del Derecho, luego publicada como libro 37 años después, en 1987, con el título “El Derecho como libertad”. La obra tiene un prólogo del filósofo David Sobrevilla y una presentación del constitucionalista Domingo García Belaunde. Para abreviar, la Teoría Tridimensional sostiene que el Derecho tiene tres objetos de estudio: vida humana, norma y valores. Una propuesta alternativa al positivismo jurídico de raíz kelseniana, en el que la norma es el único objeto de estudio del Derecho. 

El segundo aporte de trascendencia internacional de Carlos Fernández es la teoría del daño al proyecto de vida o a la libertad fenoménica. Esta teoría fue recogida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la sentencia de reparaciones referida al caso María Elena Loayza Tamayo y en posteriores fallos, considerándola actualmente como daño inmaterial. Precisamente, en una reciente entrevista en la sección Posdata de El Comercio, al conmemorarse los 90 años de su natalicio, Fernández sostuvo que el Derecho es libertad y la justicia es consecuencia de esa libertad, porque el ser humano es libertad que busca la justicia.

Carlos Fernández además de jurista es filósofo, un auténtico jusfilósofo, un verdadero humanista porque cree que el hombre es un fin en sí mismo. Con mayor rigor es un humanista cristiano y eso tiene mucho valor en la hora actual en que los exégetas del neoliberalismo priorizan la mano invisible del mercado sobre la persona humana, cuando en el fondo el mercado es una dimensión de la vida humana y debe estar a su servicio y no expulsarlo de su trabajo porque esto daña gravemente su proyecto de vida. Por sus aportes creativos e innovadores ha sido internacionalmente reconocido como creador de varias teorías jurídicas de nivel universal.

El mes pasado el Colegio de Abogados le hizo un merecido y sentido homenaje. Cuando lo escuché hablar a los 90 años ahí continuaba el gran maestro con la frescura juvenil y la madurez, como si no hubiera pasado el tiempo, siempre brillante, de gran oratoria, con dominio de escena, claro y riguroso. Un placer escucharlo, un ejemplo a seguir.