¿Por qué las colas en el baño de mujeres siempre son más largas? Antes de que den una respuesta del tipo “porque se demoran viéndose en el espejo”, vayamos al libro “Invisible Women”, de Caroline Criado Perez. La periodista inglesa comienza por el principio: preguntándose si es que hacemos bien asignándole el mismo espacio a baños de ambos sexos; es decir, preguntándose si es que las necesidades de mujeres y hombres son las mismas. Lo que nos dicen los datos disponibles, sostiene la autora, es que no. Las mujeres tomamos más del doble del tiempo que los hombres en el baño; tenemos mayores probabilidades de ir acompañadas por niños, adultos mayores y personas con discapacidad; y nos viene la regla y estamos embarazadas.
La historia viene a cuento ahora porque el libro finalmente será publicado en español el próximo mes, con el título de “La mujer invisible. Descubre cómo los datos configuran un mundo hecho por y para los hombres”. Y también porque acaba de ganar el premio del “Financial Times” y McKinsey al mejor libro de negocios del año. El juez principal del concurso, Lionel Barber, ha dicho que se trata de “un libro impresionante que da cuenta del sexismo que se esconde a plena vista”.
Página tras página, Criado Perez nos muestra cómo productos, medicinas, servicios y políticas públicas muchas veces se diseñan pensando en el humano promedio. El problema, sin embargo, es que, por humano promedio, se entiende al hombre promedio. Pensemos, si no, en los carros. “Los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de estar involucrados en un accidente de autos […]. Pero cuando una mujer está involucrada, tiene 47% más probabilidades de tener una lesión seria que un hombre, y 71% más una moderada. Esto, incluso cuando los investigadores controlan factores como la altura, el peso, el uso del cinturón y la intensidad del choque […]. Todo tiene que ver con la manera con la que el carro es diseñado –y para quién–”. La autora pasa entonces a describir las diferencias corporales entre hombres y mujeres, y a mostrar cómo, a pesar de estas, el maniquí que se usa comúnmente durante las pruebas de choque está modelado siguiendo, lo adivinaron, al hombre promedio.
Los ejemplos de productos diseñados para cuerpos masculinos continúan, y abarcan herramientas de trabajo, celulares, uniformes de seguridad, softwares de reconocimientos de voz, medicinas –“fallar en incluir a las mujeres en los estudios médicos es un problema histórico que tiene sus raíces en ver el cuerpo masculino como el cuerpo humano por default”– e intervenciones estatales.
Sobre esto último, otro ejemplo: en el 2001 un terremoto en Gujarat, India, mató a miles de personas y destruyó casi 400 mil hogares. Criado Perez da cuenta de cómo el proyecto para reconstruir la ciudad tuvo una importante brecha de data: ninguna mujer fue incluida ni consultada en el proceso. Y quizás eso explique cómo las casas que construyeron no tenían cocina. “Suena a un caso extremo, pero no lo es. Lo mismo pasó en Sri Lanka cuatro años después […]. Y algo similar sucede en los campos de refugiados, donde las agencias humanitarias distribuyen comida que debe ser cocinada, pero olvidan dar combustible para cocinar”.
Además de darnos datos, el libro de Criado Perez nos recuerda que siempre debemos preguntarnos si es que detrás del humano promedio no se está escondiendo, más bien, un hombre promedio; y que siempre debemos desagregar la data de acuerdo al sexo y pensar en cómo los cuerpos y las necesidades de hombres y de mujeres no son iguales. Dicho de otra forma, nos llama a pensar de forma distinta.