Karl Marx nació el 5 de mayo de 1818 en la ciudad de Tréveris, un territorio situado en la región de Westphalia, hoy territorio alemán. Su obra ha sido inmensa y sobre ella se han escrito muchos libros de los buenos y de los malos, de los analíticos, de los profundos y de los críticos, así como trabajos de divulgación. Y a pesar de que el modelo de organizar al mundo desde la interpretación marxista-leninista y el intento de construir el socialismo a través del totalitarismo han fracasado, muchas de sus ideas continúan vigentes y son materia de investigación.
Como sostienen algunos estudiosos sobre lo que está pasando en el mundo (con la globalización y el predominio ideológico del neoliberalismo), las sociedades, particularmente las que han avanzado tecnológicamente, están tendiendo hacia el poscapitalismo. Esto se debe principalmente a las tecnologías de la información que, a la postre, tenderán a democratizar la economía y socializar el poder.
Marx tiene algo que ver con esta tendencia. Sobre todo cuando afirma que las condiciones materiales determinan las condiciones espirituales. Pero también por lo que escribió en “Fragmento sobre las máquinas”, un capítulo que está en su ahora conocido libro “Gründrisse”, descubierto en la década de 1970 en Europa y traducido al castellano como “Elementos fundamentales”.
El escritor y periodista inglés Paul Mason, redactor en prestigiosos medios como “The Guardian” y “New Statesman”, explica en su fascinante obra “Postcapitalismo: hacia un nuevo futuro” que en el mencionado fragmento Marx afirma que, mientras la industria a gran escala se desarrolla, “cambia la relación entre el trabajo y la máquina”. También dice que Marx había imaginado una economía en la que el papel principal de la máquina era producir y el de los hombres supervisarlas. Queda muy claro, según Mason, que en una economía así la fuerza principal sería la información.
“Fragmento sobre las máquinas” destaca dos ideas fundamentales en el pensamiento marxista. La primera es que “la fuerza impulsora de la producción es el conocimiento”. Ahora, en pleno siglo XXI, hemos entrado a la sociedad del conocimiento. Ello lo afirmaba por la década de 1990 el filósofo austríaco Peter Drucker, quien, a partir de una metodología de estudio distinta al dialéctico método marxista y en otro contexto socioeconómico y político, llegó a las mismas conclusiones que Marx.
La segunda idea es que el saber almacenado en las máquinas es social. Por ejemplo, como ocurre ahora con el uso constante de Internet, no se trata únicamente de una tecnología a secas sino que tiene consecuencias sociales inminentes.
Comenta Mason: “En aquel ‘Fragmento’ que Marx escribió en 1858 leemos un modelo diferente de transición de una sociedad a otra. Una ruta de salida para el capitalismo basado en el conocimiento y en la idea de que la principal contradicción es la que existe entre la tecnología y el mecanismo del mercado”. En ese modelo, según el estudio de Mason, el capitalismo se hunde porque no puede coexistir con el saber compartido.
Esto quiere decir que ahora, si asumimos que en esencia el marxismo es “una teoría sobre la explotación basada en el robo del tiempo de trabajo del trabajador”, lo que está sucediendo con la globalización es que el conocimiento es una fuerza productiva. Entonces, el tema más importante ya no es el de los sueldos, en relación con los beneficios y la ganancia, sino “quien controla ese poder del conocimiento”.
Lo cierto –y esto parece ser una tendencia– es que la sociedad del conocimiento nos está llevando hacia otra sociedad que ya no es estrictamente capitalista, pero a la que no podemos llamar comunista (si por comunismo entendemos una sociedad sin clases). En cambio, sí podemos definirla de poscapitalista.
Marx, como decimos a la peruana, “la captó” en su ahora conocido “Fragmento sobre las máquinas”. Este proceso de una sociedad a otra, que en el fondo es un paso de una cultura a otra, Mason lo sintetiza diciendo: “Una economía basada en la información por la tendencia misma de costo cero y a la debilidad de los derechos de propiedad no puede ser una sociedad capitalista”. Esta sociedad viene de a pocos, es un proceso a veces imperceptible, por eso todavía muchos no se dan cuenta.