Empresas con 550 accidentes graves adeudan más de S/.16 mlls.
Empresas con 550 accidentes graves adeudan más de S/.16 mlls.
Redacción EC

No mienten los representantes de cuando afirman ser víctimas de una persecución. Los limeños y chalacos lo tenemos muy claro. Solo quien se siente perseguido puede correr de la manera que lo hacen sus combis y coasters, burlar con tanto descaro semáforos y señales, esquivar sin sonrojarse a la policía de tránsito y dejar tras suyo un reguero de luto, impotencia y desolación.

No poder cancelarle la licencia a una empresa cuyas unidades son manejadas por sujetos cuya peligrosidad social debiera ser un caso de estudio en cualquier instituto de salud mental muestra en toda su dimensión el drama del Estado Peruano: una organización enmarañada e inconexa, tan débil que es incapaz de poner en práctica mecanismos de defensa en favor de salvaguardar la integridad física y psicológica de su población.

Acabar con representaría, sin lugar a dudas, un gesto encomiable en favor de recuperar la tranquilidad en las calles y el principio de autoridad. Pero si no viene acompañado por un paquete de medidas que haga del transporte una experiencia civilizada, y no un deporte de aventura como sucede a diario, sería apenas un acto para la galería, un buscaaplausos más.

Tampoco basta con la reforma del transporte que impulsa la Municipalidad de Lima, con la cual los ‘oriones’ que quedaron fuera de la licitación de rutas buscarán torpedear con acciones de amparo o alguna de las leguleyadas de costumbre.

Orión es solo una parte del problema. Hablamos mucho de combis asesinas o del salvajismo de ciertos conductores de taxis, pero discutimos poco sobre las barbaridades que cometen en cada esquina los choferes particulares.

No se oyen ni murmullos de esos que por manejar una 4x4 se creen propietarios de las pistas; tampoco de quienes consideran que, por tener autos con lunas polarizadas, es una obligación natural dejarles el pase libre. Mucho menos de aquellos insensatos que pulverizan los límites de velocidad, se estacionan en doble fila o se convierten en daltónicos cada vez que se topan con un semáforo.

Tampoco se habla de los peatones. Sí, de usted, de sus amigos, de cualquiera de nosotros, que cruzamos las calles como si estuviéramos en una pamplonada, toreando autos, buses y hasta camiones. Que no usamos puentes porque, como diría Jaimito el cartero, adoramos evitar la fatiga, sin importar que ello puede costarnos la vida.

Reordenamiento de rutas, reglamentación, señalética, educación vial, preparación de los choferes, revisiones técnicas, corrupción policial, fotopapeletas, fiscalización. El problema del transporte es demasiado complejo para creer que puede solucionarse solo con aumentar la responsabilidad de las empresas o ajustar las sanciones.

Lima y el Callao deben gobernarse como si fueran una sola unidad, con una entidad autónoma encargada de organizar y fiscalizar el transporte. Las medidas anunciadas ayer por el ministro Carlos Paredes son importantes, pero incompletas. Falta una visión integral. Corren el riesgo de convertirse en un parchecito más.