(Foto: El Comercio)
(Foto: El Comercio)
Federico Salazar

La presidenta del Consejo de Ministros, , ha obtenido el voto de confianza del Congreso. Este respaldo se va a desperdiciar en no hacer nada.

Nada es lo que ofrece, efectivamente, el gobierno para atender los graves problemas del país. Nada, aparte de palabras y palabrería.
La señora Aráoz habló de “diálogo constructivo”, de “contexto de respeto” y de “debate y conciliación”.

Postular un “diálogo constructivo” es dar vueltas en redondo. Hay diálogo cuando dos partes conversan. O conversan o no conversan. Si conversan, ya es bueno. Entonces, ¿qué es eso de “constructivo”?
No se trata de un mal uso del español, sino de una exhibición de retórica. Con palabrería se eluden los temas importantes.

La ministra ha propuesto una “”. Habló, por ejemplo, de la lucha contra la corrupción. ¿La gran herramienta? La Declaración de Intereses, dice, es “el primer paso para combatir la corrupción”.

Si un político declara sus bienes y vínculos, ¿baja la corrupción? ¿Significa algo para la lucha contra la corrupción?

¿Dónde está el análisis de las causas? ¿Dónde el mapa de la corrupción? ¿Con qué herramientas se combate?

¿Qué cambios plantea el gobierno en la ley penal? ¿Cómo se refuerza el control interno de instituciones como la policía, el Ministerio Público o el Poder Judicial?

¿Cuál es la reforma del sistema penitenciario? ¿Cómo se combatirá la corrupción en las municipalidades, en las regiones, en los ministerios?
No solo las políticas sociales se encaran con discurso vacío. También la política económica.

Para enfrentar la pobreza, por ejemplo, se plantea el programa social Progresa. Consiste en hacer transferencias condicionadas que promueven la formación de capital humano.

En otras palabras, el Estado le da plata a un empresario si capacita a un empleado. Eso crea una renta que no tiene relación con el mercado, sino con la política. Tal empresario se olvidará de atender al público para dirigir recursos a obtener la renta ofrecida.

Para la ministra Aráoz, sin embargo, eso causará “la ruptura de la transmisión intergeneracional de la pobreza en las ciudades”. Esta palabrería tecnocrática, sin embargo, no hará que haya más trabajo o mayor productividad en la economía.

La producción va a mejorar, de acuerdo con el nuevo plan, con centros de empleo, programas como Compra Mi Perú y Trabaja Perú, y centros de desarrollo empresarial. ¿Y de dónde salen el nuevo capital, los nuevos clientes, la mejora en la capacidad de compra? ¡Del Estado, maravilloso y dadivoso!

La consolidación de la recuperación económica, según la ministra, se conseguirá con el programa de Reconstrucción con Cambios y las inversiones de los Juegos Panamericanos. Esto es un engaño.

La reconstrucción (con o sin cambio) es reponer lo que se perdió. Ahí no hay ningún crecimiento de verdad. Los Juegos Panamericanos, por su lado, no corresponden a una demanda real de la población o del mercado.

Las instalaciones, dice la señora Aráoz, van a quedar para hacer más competitivos a nuestros deportistas. Qué alegría. ¿Y en qué repercute eso en el crecimiento del PBI?

Lo de los Juegos Panamericanos es inmoral. Lo es, en efecto, que se gasten más de mil millones de dólares en un país quebrado en la atención de salud, educación y seguridad ciudadana.

La ministra cree que va a “dinamizar” la economía con una cartera de 61 proyectos de inversión por un monto de 50 mil millones de dólares. Debe dejar de soñar.

Esos proyectos existen hace tiempo. Lo que no existe es la capacidad para ejecutar, aunque sea, 500 millones de dólares de esos proyectos. Ni existe ni va a existir, porque no sabe cómo destrabar.

Es bueno que se le haya dado el voto de confianza al nuevo Gabinete. Es malo que lo malgaste en hacer nada de lo que se debe hacer y mucho de lo que no se debe hacer.

Es poco probable que la “conciliación” y el “diálogo constructivo” duren mucho. Si el gobierno no se fortalece siendo eficiente, la oposición se va a aprovechar de su debilidad.

No se puede ser eficiente con base en la nada. Ante la necesidad, esa nada es una verdadera obscenidad.