Propercio y el amor, por Marco Aurelio Denegri
Propercio y el amor, por Marco Aurelio Denegri
Marco Aurelio Denegri

Recuerdo que en una conversación con Armando Robles Godoy cité al poeta latino Propercio. “Basta amar –decía Propercio– para dejar de ser libre.” Esto es algo que siempre me ha parecido cierto. Es una observación válida, una opinión admisible. Sin embargo, Armando no la compartía.

“Fíjate –me dijo–, Propercio comete dos errores. El primero es suponer que el amor es un vínculo encadenante y el segundo es estar demasiado seguro de lo que dice. Para mí, el amor es vivenciable pero no inteligible. Yo no sé lo que es el amor. Lo único que sé es que el amor puede obrar en mí, pero yo no puedo traducir en palabras el amor. Así de simple y así de misterioso.”

Tal vez sería menos misterioso si hubiésemos admitido el verbo diligir. En latín, había dos verbos relacionados con el amor: amare, que es el amor adhesivo, y dilígere, que es el amor reflexivo. El amor pasional es adhesivo, se adhiere al otro, se pega, quiere confundirse con él, unimismarse. En cambio, el que profesa dilección profesa un amor diligente, esto es, cuidadoso, atento, responsable, un amor reflexivo que traduce, como dice la Academia, una voluntad honesta. La dilección es el amor tierno y puro.

En la Vulgata, que es la traducción latina de la Biblia y que fue obra de San Jerónimo, amare se usa solamente 51 veces, pero dilígere y derivados (dilectus, dilectio), 465 veces.

Dilige, et quod vis fac”, dijo San Agustín, y la traducción usual de esta sentencia es: “Ama, y haz lo que quieras.” Pero una versión más justa sería: “Dilige y haz lo que quieras.”

La amación o pasión amorosa es el amor de concupiscencia, el amor interesado. La dilección es el amor reflexivo, el amor de benevolencia, el amor desinteresado.

La gente rústica que seguía a Jesús en Galilea sólo podía entender el amor de concupiscencia; pero Jesús predicaba el amor de benevolencia. Ése era por entonces el problema y lo sigue siendo, porque nuestro mundo no es benevolente sino concupiscente, desea bienes terrenos y quiere calmar muchos apetitos.

Nietzsche y la vivencia

Nietzsche decía que sólo tenemos oídos para lo que nos viene de la vivencia, voz con que José Ortega y Gasset tradujo el vocablo alemán Erlebnis. El problema es que no podemos vivenciar una cosa porque queramos vivenciarla. La vivencia no es una querencia, sino una ocurrencia o sucedencia. Nos ocurre de pronto o nos sucede, pero no está sujeta a nuestra voluntad. Como tampoco lo está la intuición. Yo no puedo decir: “Voy a intuir tal cosa.” La intuición y la vivenciación son ocurrencias o sucedencias, pero no son voliciones.

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