En vísperas de cumplirse el tercer año de su mandato presidencial, es justo subrayar tres compromisos que Ollanta Humala todavía no honra con los peruanos.
Primero, en su discurso inaugural del 2011 recordó el grito que Víctor Andrés Belaunde lanzó en 1914 al reclamar desde las aulas sanmarquinas: “¡Queremos patria!”. Ello suscitó alguna esperanza de que el gobierno, autodenominado nacionalista, dejara de lado sus ideas radicales y se atuviera a una hoja de ruta serena. El Perú pudo sacudirse de los errores del pasado y entrar en una etapa de paz política, concertación democrática y desarrollo económico con justicia social. Fue bueno el deslinde inicial con esa izquierda social-confusa que lo acompañó electoralmente para infiltrarse en un Estado al que busca destrozar desde dentro. Sin embargo, después vino el frenazo: en vez de convocar a un gobierno plural con la contribución de las fuerzas democráticas en el que primara la búsqueda del interés nacional por encima de los partidarismos, el humalismo optó por una creciente confrontación, el aislamiento de un siempre frágil Gabinete Ministerial e, inclusive, la persecución política a los adversarios, como lo demuestra la acción proterva de la megacomisión. Luego, el hiperprotagonismo de la esposa del presidente, con la subsecuente aparición de una estructura de poder paralelo en el Ejecutivo, ha terminado dejando de lado el propósito de una patria remozada.
Segundo, también en su mensaje inaugural Humala dijo que “la democracia será plena cuando la exclusión social desaparezca”. A pesar de ello, los programas asistenciales no logran la inclusión. Por el contrario, hoy retrocedemos: al 2010 el PBI crecía en hasta 9% anualmente, este año quizá no llegue al 4%. Flota todavía la ilusión de un inexistente ‘milagro peruano’, pero la incompetencia de un ministro de Economía, que es apenas buen tesorero, y la falta de voluntad para revertir atentados como el infligido por Gregorio Santos a Cajamarca ponen en peligro todo lo avanzado. Pronto de la nueva clase media quizá no quede sino una burbuja negra porque no se soluciona lo medular: la falta de confianza en un régimen acostumbrado a la falta de liderazgo.
Tercero, Humala dijo en diciembre del 2013: “Queremos construir una patria donde las autoridades no sean soberbias, donde se construya con humildad, con trabajo y con honradez”. Sin embargo, varios presidentes regionales están procesados por corrupción; se ha frenado la erradicación de coca en el Vraem para no obstaculizar el flujo de los narcodólares; jamás se aclaró el ‘affaire’ ruso del hermano del presidente; tampoco se aclara el Caso López Meneses; el amigo personal y cofinancista del mandatario está fugado; los poderes paralelos de Nadine Heredia han sido ratificados por el presidente del Consejo de Ministros; el partido oficialista es acallado cuando afloran sus pugnas internas; se designa a un ministro del Interior acusado por el asesinato de un periodista; se aprueba una ley universitaria inconstitucional y se amenaza a la prensa so pretexto de una inexistente concentración ‘mediática’, entre otras cosas. Encima pretenden que los problemas son solo una ‘percepción’.
Ojalá este 28 de julio escuchemos correcciones precisas. Caso contrario, ¡qué difíciles serán para los peruanos los dos años que le restan a este gobierno!