Desde diversos sectores se han lanzado propuestas para reformar algunas leyes e incorporar otras. Por eso no se trata solo de un cambio político, sino también de modificaciones jurídicas, sobre todo porque ellas deben pasar necesariamente por el Congreso, cuyos miembros decidirán qué iniciativas se convertirán en leyes y qué otras no tendrán el mismo destino.
Hay dos propuestas que se caían de maduras: la reelección después de un período de gobierno, recientemente aprobada, aplicable a los candidatos a la presidencia de la República y que ahora se extendería a los candidatos regionales y locales. Se cree que por esta vía disminuirá el caudillismo y el clientelismo tan característicos de nuestra política criolla, pero sobre todo esa tendencia instalada en algunos humanos hacia la concentración del poder y de la riqueza. Bueno, la institución no es perfecta, pero en algo ayuda para disminuir las tendencias mencionadas.
Otra reforma que hace tiempo está en el candelero, desechada hace dos días por la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, es el proyecto de la unión civil. Sin dejar de tener connotaciones políticas, es decir, relacionadas con el ejercicio y la distribución del poder, tiene aspectos más amplios por sus repercusiones económicas, jurídicas. Me refiero a los derechos humanos y, aquí lo importante, religiosos.
Por respeto a la dignidad humana, nadie debe ser marginado o reprimido en razón a su opción sexual. Esta discriminación puede ser no solo sexual sino política, económica y cultural. Los homosexuales han sido reprimidos no solo ahora en el mundo moderno en donde incluso hay más tolerancia, sino a lo largo de la historia y eso debe acabar.
Pero hay otro ángulo, el religioso, y lo religioso se basa en la creencia y en dogmas. En la cultura judeo-cristiana-islámica solo se reconoce el matrimonio entre sexos opuestos porque desde esta creencia el fin del matrimonio es la reproducción. No debatiré esta idea demasiado mecánica, pero si las personas creen que el matrimonio es la unión de mujer y hombre, pues están en su derecho de manifestarlo y defenderlo, criticar la otra posición, a favor de la ahora llamada unión civil, pero no deben condenar a priori. No caigamos en el maniqueísmo, solo se trata de comprender al otro a pesar de que no estemos de acuerdo, esa es la verdadera caridad cristiana. Debe terminar la era de los Savonarola y Torquemada.
Por otro lado, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), ejerciendo su derecho de iniciativa, ha presentado cuatro proyectos de ley acerca de: 1) los derechos de participación y control ciudadanos, 2) los partidos políticos, 3) la Ley Orgánica del JNE y 4) la modificatoria de la Ley de Radio y Televisión. Ojo que esta última tiene que ver con la libertad de expresión.
Basta con esta mención, pues será analizada en un artículo posterior, así como otras propuestas. Lo que me parece demagógico es afirmar que el JNE no debió hacer sus propuestas con la plata de todos los peruanos. Muchas veces se usa este argumento para que, desde el Estado, no se propongan reformas que son razonables y necesarias y así maniatarlo y paralizarlo. Por favor, le decimos no al Estado totalitario, pero en una democracia el Estado tiene su espacio y está limitado por ley.