(Foto: El Comercio)
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Juan Carlos Tafur

Si no se produce algún escándalo de corrupción o sobreviene un conflicto social de proporciones, el gobierno de Vizcarra tiene por delante un buen trecho de relativa paz política que deberá aprovechar.

Ya no tiene visita del Papa por delante, pero sí la Cumbre de las Américas (le dará un salpicón de investidura presidencial a Vizcarra) y un evento social de mayor hondura, como es la participación del Perú en el Mundial de Rusia. Además, a diferencia de PPK, gozará de una tregua política por parte del fujimorismo, lo cual descarta el tercer escenario de deterioro político en el país, como es un conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo.

A estas alturas no queda duda alguna de que el Gabinete Villanueva ha sido conversado con el fujimorismo. El propio primer ministro Villanueva así lo ha hecho saber en la entrevista publicada en “Hildebrandt en sus trece”. En principio, dadas las circunstancias merced a las cuales llega Vizcarra al poder, ese vínculo no solo era inevitable sino deseable.

Según se ha podido conocer, voceros calificados del fujimorismo intercambiaron data con el flamante jefe del Gabinete expresando su aquiescencia o rechazo a los posibles candidatos y ello ocurrió en particular en varias carteras ministeriales (Justicia, Interior, Defensa, etc.).

La concordia entre el flamante Gabinete y el fujimorismo ha sido de tal magnitud que ni siquiera se expresaron atingencias naranjas a la designación de ministros –como en el Midis o en Trabajo– abierta y claramente de procedencia izquierdista.

Se ha criticado mucho este acercamiento. Con ojo calmo habría que evaluar aún frente a qué estamos, partiendo de la constatación de que este ánimo constructivo era justamente el que se le reclamaba a la bancada de Fuerza Popular respecto del gobierno de PPK.

Cabía la esperanza de que Vizcarra conformara un gabinete centroderechista, que no solo recogiese el espíritu original del mandato que lo llevó al cargo que a su vez le permitió hacerse de la Presidencia, sino que apuntara a emprender algunas reformas de corte liberal.

No lo ha hecho así, como es evidente –la conformación del Gabinete más parece de usanza humalista (ortodoxo en lo macroeconómico, heterodoxo en las carteras sociales)–, y queda claro que Vizcarra pretende dar una vuelta de timón a la herencia pepekausa.

Se entiende la lógica política detrás. Vizcarra quiere asegurar la gobernabilidad y entiende que ella pasa por establecer vínculos con los principales sectores políticos del país. Este activo original luego puede convertirse en un pasivo si no sabe salir del contento a todos, pero por lo pronto hay una racionalidad política detrás de su opción.

Vizcarra pudo haber diseñado un gabinete paniagüista, lleno de personalidades independientes y de perfil propio. Pudo también haber optado por un pepekausismo más acholado. Ha preferido conformar un gabinete a su estilo. Y cabe darle tiempo de vida y el oxígeno suficiente para echarse a andar.

El Perú sufría una severa crisis política y estaba al borde de una crisis institucional, producto, sobre todo, de la torpeza del presidente Kuczynski, incapaz de leer la realidad política y actuar en consecuencia. Por lo menos en ese aspecto, la conformación del Gabinete Villanueva y los primeros actos y decires del presidente revelan que hay una mejoría cualitativa.

La del estribo: superlativa la obra “Todos los sueños del mundo”, de Mariana de Althaus. Va en el Británico. Extraordinario homenaje al teatro.