Editorial 2: Voto obligatorio
Editorial 2: Voto obligatorio
Redacción EC

La semana pasada el Congreso de la República aprobó una ley para sancionar el acaparamiento y la especulación de bienes de primera necesidad en zonas de emergencia con 104 votos a favor, 0 abstenciones y 0 en contra. El objeto de este editorial no es insistir en lo absurdo de un tipo de medida que, desde los días de la antigua Sumeria hasta la Venezuela contemporánea, ha demostrado no producir otra cosa que escasez, sino cuestionar el hecho de que ni uno de los legisladores que entendían la naturaleza nociva de la iniciativa haya tenido el coraje de votar en contra de ella. 

Los testimonios privados de varios miembros del Legislativo confirman que los objetores de la idea existían. Pero algunos de ellos prefirieron salir del hemiciclo al momento de la votación y otros, votaron a favor. Lo segundo, por supuesto, es peor que lo primero. Pero en ambos casos hay una deserción, no solo frente a lo que dicta la propia consciencia, sino también a la confianza que podrían haber depositado en ellos los electores a partir del tipo de discurso que manejaron durante la campaña. 

Las razones que han esgrimido a posteriori los parlamentarios que se retiraron de la votación –los que votaron a favor estando en contra ni siquiera han dado la cara– en el sentido de que la posición opuesta no hubiera triunfado o que se hubiera ido en contra de acuerdos partidarios, no convencen.

Ni la anticipación de la derrota ni la voluntad –tantas veces postergada– de lucir como una bancada monolítica deberían sustraer a congresista alguno de la obligación de ser fieles a lo que creen. Sobre todo cuando lo que creen es coherente con el tipo de pensamiento que representaba en la elección que los llevó a sus cargos el líder –y homónimo– del partido por el que fueron elegidos, siendo más bien el partido el que se está alejando de este pensamiento. Salirse de la disciplina de bancada en una situación así no es traicionar. Es poner en evidencia.