Las elecciones generales y el proceso para elegir a la Mesa Directiva del Congreso no son exactamente comparables. Mientras en las primeras votan todos los ciudadanos según criterios de índole diversa y a veces insondable, en el segundo pueden participar solo los 130 parlamentarios (menos los suspendidos, por supuesto) y el voto suele obedecer a razones muy precisas sobre la orientación que se le quiere dar al trabajo del Legislativo en el siguiente año.
Cada vez más, sin embargo, la competencia por la conducción del Congreso presenta características que la acercan al otro proceso, pues la campaña suele librarse esencialmente sobre la base de acusaciones personales en torno a los postulantes y a pocos parece importar la agenda legislativa que cada uno de ellos debería proponer.
Como se sabe, hay hasta tres opciones que buscarán concretarse de aquí a mañana, en la medida en que el escenario les sea medianamente favorable.
De un lado, está la lista que encabezaría Luis Iberico, que cuenta con el respaldo de su bancada (PPC-APP), así como con el de Concertación Parlamentaria, Fuerza Popular y algunos otros legisladores a título individual; y que luce como la mejor posicionada para hacerse del triunfo. De otro, una posible lista oficialista cuyo mayor problema daría la impresión de ser la ausencia de un voluntario para ir al sacrificio de una derrota segura. Y por último, la llamada ‘tercera lista’, que podrían encabezar Víctor Andrés García Belaunde o Vicente Zeballos, y que contaría con el respaldo de AP-Frente Amplio, Perú Posible, Solidaridad Nacional y algunos integrantes de Dignidad y Democracia.
¿Cuál es la diferencia fundamental entre estas tres ofertas para conducir el Parlamento durante el último año de la gestión humalista? ¿Acaso puntos de vista distintos acerca de aquello que debería ocupar preferentemente la atención de la actual representación nacional en las dos legislaturas que le quedan por delante? No lo parece; o por lo menos, no es lo que salta inmediatamente a la vista, pues, a decir verdad, esa materia apenas ha sido abordada por los presumibles aspirantes al cargo.
Salvo vagas referencias a la elección del defensor del Pueblo, a las reformas electorales pendientes y a algunas iniciativas de investigación, nada se ha dicho al respecto y, como señalábamos antes, se ha privilegiado el cuestionamiento de la historia personal de los potenciales postulantes.
El caso más notorio y trajinado ha sido el de Luis Iberico, al que se ha tratado de relacionar con el encarcelado Rodolfo Orellana. ¿Cuáles son los elementos que sostienen la supuesta vinculación? Dos reuniones para escuchar una oferta de trabajo periodístico que datan de cuando Iberico todavía no era parlamentario y Orellana aún no gozaba de la triste fama que posee hoy. Y un pedido de este último a Víctor Andrés García Belaunde para encontrarse con él, transmitido por Iberico (quien a su vez lo había conocido a través de una tercera persona).
El propio ‘Vitocho’ –que ha sido quien más información ha aportado al respecto– ha declarado que Iberico no trató de persuadirlo para que accediese al encuentro y que no cree que su papel de ‘emisario’ en todo este asunto lo descalifique como aspirante a la presidencia del Parlamento, pero el veneno ya fue vertido y su efecto corrosivo sigue operando.
Quizás por eso, desde la bancada de PPC- APP, Alberto Beingolea le ha recordado a García Belaunde su breve paso por la presidencia de la Comisión López Meneses, puntualizando que “la única vez que recibió un encargo importante, referente a una comisión investigadora que era clave, se le descubrió coordinando con Ollanta Humala sin que nadie lo supiera”.
Y como para que se sienta bienvenido en la contienda, no bien fue lanzado como la carta de Solidaridad, Vicente Zeballos fue considerado por el representante fujimorista Héctor Becerril como el abanderado de una candidatura que nacía “manchada” por ser producto de una “negociación bajo la mesa” entre el líder de su partido y alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, y el oficialismo. Esto, a fin de sacar adelante el ‘by-pass’ de 28 de Julio y el puente Bella Unión.
Las descalificaciones son por cierto muchas más e incluyen fórmulas elaboradas como “peón del fujimorismo” o “apéndice del Ejecutivo”, pero creemos que lo recogido hasta aquí basta para demostrar que, como alguien no plantee pronto una agenda legislativa mínima y sensata, corremos el riesgo de encontrarnos pasado mañana, una vez más, atrapados entre lo baladí y la inoperancia.