Editorial: El coro de Babel
Editorial: El coro de Babel

La determinación del presidente Kuczynski de plantearle al Congreso una cuestión de confianza si la interpelación al ministro de Transportes y Comunicaciones, , acabara convirtiéndose en censura es ciertamente opinable. De hecho, ya su evaluación de la posibilidad de hacer algo parecido meses atrás, cuando la oposición se preparaba para forzar el licenciamiento del entonces ministro de Educación Jaime Saavedra, motivó comentarios de toda naturaleza, que al final lo llevaron a descartar la idea.

Pero si la voz suprema del gobierno anuncia una voluntad política de ese calibre, lo menos que cabría esperar es que el oficialismo en pleno –es decir, todo el Ejecutivo y sus representantes en el Legislativo– se alinee detrás del empeño. O, en el caso de que alguien abrigase reservas al respecto, que estas fuesen expresadas primero a puerta cerrada para no mellar el liderazgo del jefe de Estado: una práctica que, en honor a la verdad, ha sido frecuentemente ignorada en el equipo ‘ppkausa’.

Se diría, sin embargo, que en la actual coyuntura el efecto de destemplanza en el coro oficialista ha mostrado una manifestación extrema. 

Para empezar, el mismo Martín Vizcarra ha socavado la resolución del mandatario al poner en duda el compromiso de su despacho con el contrato que da origen a toda la controversia en la que el proyecto del aeropuerto de Chinchero está inmerso (“Si ustedes me dicen que lo anule, lo hacemos”, les dijo este jueves a los cusqueños, echando por la borda cualquier pretensión de aproximación técnica a la materia). Y también ha buscado diluir el tono perentorio de la notificación presidencial a la oposición (“Yo haré cuestión de confianza, eso sí no lo dudo”, fueron las palabras de Kuczynski) con una más bien parsimoniosa exhortación a que “vayamos paso por paso”.

Pero donde la disonancia ha alcanzado proporciones bíblicas es en el interior de la bancada parlamentaria gobiernista. Como si hubiera caído sobre ellos el designio divino que, según el antiguo testamento, confundió la lengua de los constructores de la torre de Babel hasta hacer imposible la mutua comprensión, distintos legisladores oficialistas han comenzado a lanzar comentarios y propuestas incompatibles entre sí, pero sobre todo con la advertencia del jefe del Estado.

Así, mientras el presidente de Peruanos por el Kambio, Gilbert Violeta, ha sentenciado que él cree que la censura “sería un abuso, un exceso del Congreso”, el secretario general del partido, Salvador Heresi, ha aseverado que “la censura es un mecanismo que establece la Constitución y no tiene por qué quitar el sueño” y que “en política, ni en ningún tema de la vida, hay imprescindibles” (sic).

Por su parte, Carlos Bruce, uno de los voceros de la bancada ‘ppkausa’, ha señalado: “Si se censura al ministro, no es que se viene el mundo abajo”. Y Juan Sheput ha ido todavía un poco más allá al apuntar: “Yo creo que [el ministro Martín Vizcarra] tiene que superar la interpelación. Y a partir de allí, evaluar si permanece o no en el Gabinete”. Y agregar luego: “El presidente tiene que evaluarlo buscando lo mejor para el país y, sobre todo, la gobernabilidad”. 

Declaraciones todas ellas, en fin, que revelan una preocupación por la pertinencia y el acierto político de lo proclamado por el inquilino de Palacio, pero que ellos deberían ser los últimos en cuestionar ante la opinión pública. Porque, al hacerlo, a la sensación de destemplanza que podría transmitir toda esta situación, le añaden la de barahúnda.