Dice un sabio refrán: “Una cosa es ser y otra parecer”. Frase que, sin duda, ejemplifica la gestión del titular del Interior, Daniel Urresti, pues como mencionó nuestra encuesta ayer, pese a que el 60% de peruanos piensa que la inseguridad ciudadana se ha incrementado en los últimos 12 meses, el ministro cada día cuenta con un mayor respaldo popular: 46% de aprobación, con gran tendencia al alza. Y, por si esto fuera poco, de ser tomado en cuenta para una posible contienda presidencial, se colocaría como el cuarto favorito, con una intención de voto del 7%, incluso por encima del ex presidente Alejandro Toledo.
Ante esta contradictoria situación, habría que preguntarnos: ¿Cuál es la receta del señor Urresti para ganarse el respaldo de gran parte de los peruanos cuando la mayoría de estos afirma sentirse más inseguros? Nos da la impresión de que la respuesta iría por el gran manejo mediático que ha demostrado.
El titular del Interior no ha dudado ni una sola vez en aparecer ante las cámaras –con chaleco y gorra de la PNP– ante cualquier hecho que pueda ser atractivo para la opinión pública.
Así, por ejemplo, hace unos meses vimos cómo tenía entre sus prioridades la captura del viudo de la cantante popular Edita Guerrero, Paul Olórtiga. Sin embargo, actualmente este afronta su juicio en libertad, luego de que la jueza del caso reconociera que existían contradicciones en el proceso. En otra circunstancia, aprovechando las cámaras, el ministro amenazó a un policía con enviarlo al Vraem si no informaba acerca de los avances realizados en una comisaría en Andahuaylas. “Si esto no está arreglado, en dos o tres semanas, y usted no me da cuenta, le envío al Vraem”, sentenció.
Al señor Urresti también le queda claro que, además de la exposición televisiva, realizar su trabajo en medio de bromas y comentarios con doble sentido le da grandes réditos. Hace pocas semanas observamos –nada menos que en su propia interpelación ante el pleno del Congreso– cómo arrancaba más de una carcajada a los legisladores cuando le respondía a Kenji Fujimori que le gustaba el apodo de Batman, pero que no sabría interpretar el tema del Guasón. O cuando sarcásticamente en medio de su discurso en CADE bromeó acerca de cómo uno de los miembros del auditorio prestaba demasiada atención al precio de la cocaína en el Perú. En otra ocasión, en relación con la búsqueda del prófugo Martín Belaunde Lossio, ironizó que estaba muy interesado en capturarlo: “Tendré que ir a un psiquiatra para que me quite la obsesión de quererlo coger”.
Así, este gran espectáculo parece gustarle a muchas personas. No obstante, esto no le quita al señor Urresti que aún hay un 54% de peruanos que espera mucho más de él y requiere que se concreten reformas de fondo en temas de seguridad. Y es que en seis meses de gestión uno de los puntos más importantes fue el anuncio de profesionalizar la gestión de la policía y un aumento general del número de estos.
Muchos aún aguardamos, por ejemplo, la remodelación y el mejoramiento de nuestras decadentes comisarías y escuelas de formación policial. También esperamos la eliminación del sistema de 24 × 24, y la implementación de un verdadero servicio de comunicación e información. Queremos que nuestra policía deje de ocupar el puesto 137 de las 144 policías en lo que toca a la confianza que inspiran en su ciudadanía según el Ránking de Competitividad Global. Y, ciertamente, seguimos aguardando vivir en un país donde las extorsiones, el sicariato y los asesinatos no sean pan de cada día.
Mientras el ministro tiene a la población muy entretenida, lamentablemente el problema de la inseguridad ciudadana cada día se pone más serio. El señor Urresti se ha convertido en un experto en capturar –más que a los delincuentes– la atención del público.