(Fotos: Archivo El Comercio/USI)
(Fotos: Archivo El Comercio/USI)
Editorial El Comercio

En los últimos días, los candidatos a la Alcaldía de Lima por Perú Patria Segura (PPS) y Perú Libertario (PL), y , respectivamente, han añadido un penoso ingrediente al coctel de circunstancias que determinan que el proceso electoral que culminará el próximo domingo 7 de octubre sea visto con desinterés y hasta desdén por una importante porción de los vecinos de la capital.

Son responsables de esa situación, desde luego, tanto el hecho de que el foco de la atención política esté centrado en el pulseo entre Ejecutivo y el Legislativo por las reformas pendientes como la ausencia de planteamientos novedosos y persuasivos entre los aspirantes al sillón municipal provincial. La sensación que prima, de hecho, es la de que existe una pléyade de candidatos a ese cargo, pero con intereses distintos a los de proveer a la ciudad un buen gobierno. Ya sea porque quieren sacarle brillo a la etiqueta partidaria que representan o porque resulta la mejor manera de prestarle un aspecto de persecución política a cualquier proceso judicial o de investigación en el que pudieran estar inmersos, muchos de los postulantes se han lanzado a competir en una justa que saben imposible de ganar.

Como decíamos, sin embargo, en medio de ese desalentador panorama, Renzo Reggiardo y Ricardo Belmont han aportado un elemento que tiende a empeorar el cuadro: tras haberse negado a asistir a los debates organizados por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) en los que les tocaba participar, buscan celebrar uno distinto, que solo los tenga a ellos dos como protagonistas.

¿Por qué se negaron a asistir a los debates colectivos? De distinta forma, cada uno de ellos ha alegado que no quiere dar ocasión a sus competidores a insultarlo o atacarlo como, supuestamente, habrían venido haciendo a lo largo de toda la campaña. Pero en la medida en que varias de las encuestas disponibles los muestran como los discretos favoritos para ganar la elección, se puede maliciar también que sencillamente no han querido exponer esa ventaja a eventuales contrastes con otros postulantes que, aunque menos favorecidos en los sondeos, pudieran haber hecho mejor su tarea de prepararse para administrar la capital si tal responsabilidad cayese en sus manos.

Hay que decir también que el pésimo diseño del debate ‘oficial’ ideado por el Jurado Nacional de Elecciones –al que están invitados todos los candidatos pero en el que ninguno tiene realmente la posibilidad de desarrollar sus planteamientos frente a la ciudadanía y, mucho menos, de compararlos con los de sus contendores– les ha facilitado el camino a los aspirantes de PPS y PL para irse por la tangente.

Pero aun así es evidente que la actitud de ambos ha abonado la falta de institucionalidad de la que ha padecido todo este proceso; y, además, le ha añadido a la discusión que sostendrán un aire de presunción y exclusividad que no se condice con la democracia.

El debate, que parecía se celebraría este domingo en Barrios Altos (un lugar de nombre sugestivo a propósito de la percepción que Reggiardo y Belmont parecen tener de sí mismos en contraste con los otros postulantes), transmite, efectivamente, el mensaje de que ellos constituirían una categoría aparte. Una suerte de aristocracia en medio de una presunta segundilla de aspirantes a acceder al municipio provincial. Y nada cambia esto el que –ante las duras críticas que vienen recibiendo– señalaran ayer en la noche que queda por definir fecha y hora, y que ahora dé la impresión de que el debate no tendrá lugar a la misma hora que el del JNE.

La actitud de ambos candidatos no solo es inaceptable, sino que se fundamenta en ideas ostensiblemente alejadas de la realidad. “Se puede conversar elegantemente para dar un ejemplo a la juventud que nos va a ver”, ha comentado, por ejemplo, el candidato de PL al anunciar que asistiría al debate exclusivo, cuando a los vecinos de Lima les consta que sus intervenciones a lo largo de esta campaña no han sido precisamente el paradigma de la circunspección y la etiqueta.

A todas luces, más que buscar discutir entre sí, Reggiardo y Belmont han tratado de evitar hacerlo con los otros aspirantes a la Alcaldía de Lima. Y ese detalle es algo que sería bueno los votantes sin duda tengan presente a la hora de acudir, en diez días más, a las urnas.