Que la mentira y la política han ido aparejadas desde hace muchísimo tiempo es una situación tan reconocida que postularla equivale a repetir casi un axioma. Sin embargo, lo que hemos visto los peruanos en los últimos años es que nuestros políticos y, hay que decirlo, particularmente quienes han ocupado un escaño han recurrido una y otra vez a los mismos argumentos –bastante endebles, por lo demás– para tratar de escurrirse de la atención pública cada vez que se han visto envueltos en un trance poco favorable para sus intereses.
El caso del ahora exparlamentario Jorge del Castillo es el más reciente, pero de ninguna manera el único (ni, presagiamos, el último) en la lista.
En lo que respecta al aprista, como se sabe, dos denuncias de “Panorama” –una de marzo y otra del último domingo– lo han colocado en una situación tan complicada que la propia fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, ha dispuesto abrirle investigación preliminar por la posibilidad de que hubiese incurrido en delito contra la administración pública.
Como se recuerda, la denuncia de marzo reveló que una trabajadora del despacho congresal de Del Castillo cobró su sueldo de enero, a pesar de haber estado todo el mes en el extranjero. Tras el destape, el entonces representante aprista se defendió diciendo que todo había sido “un error involuntario” y que reembolsaría el dinero abonado indebidamente. Sin embargo, hace tres días, el mismo programa difundió un audio que evidencia que el exparlamentario no solo conocía que el desembolso a su entonces asesora podía acarrearle graves problemas, sino que intenta disuadirla cuando ella le comenta que iba a confesarle a la prensa que él había autorizado que trabajara desde el extranjero (algo que, según expertos, no podía hacer). “Me vas a complicar la vida, […] ¿eso es lo que quieres?”, se escucha decir a Del Castillo.
Las explicaciones que ha dado el excongresista en su defensa han sido, más bien, bastante elocuentes de que carece de alegatos sólidos o convincentes. Ha dicho, en primer lugar, que “la plata se devolvió y se acabó el incidente”, y también que “el gobierno de facto crea cortinas de humo para tapar escándalo de [la construcción del hospital de] Moquegua”.
Sobre lo primero, es cierto que el señor Del Castillo no es el único de los ahora exlegisladores que, al verse descubiertos en un caso parecido, han echado mano de este razonamiento artificioso. Recordemos, si no, cómo en marzo pasado los entonces parlamentarios Segundo Tapia, Freddy Sarmiento, Janet Sánchez y Jorge Castro –de distintas tiendas políticas– pretendieron restarle gravedad a los señalamientos por haber cobrado indebidamente S/2.800 por concepto de semana de representación, a pesar de no haber realizado dicha actividad (por encontrarse en el extranjero), afirmando que iban a devolver la plata.
Como quedó claro, dichos anuncios de devolución –tanto los de estos cuatro legisladores como el de Del Castillo– nacieron de la presión de verse descubiertos por la prensa antes que de un súbito rapto de conciencia. ¿O alguien puede creer que, si sus casos no hubiesen salido a la luz, habrían devuelto los desembolsos indebidos?
En lo que respecta a la defensa de la “cortina de humo”, esta cuenta también con un amplio registro entre quienes hasta hace poco ocupaban el Palacio Legislativo. Cuando no alegaban una “persecución política”, en efecto, los miembros de la representación nacional denunciaban desde bombas de humo para tapar las tropelías o la ineptitud del gobierno hasta venganzas políticas digitadas por “Odebrecht”, “medios de prensa mermeleros” o quienquiera que resultara incomodado por la labor de “fiscalización política” que realizaban desde el Parlamento. Todo ello, por supuesto, para evitar responder a situaciones que los comprometían a ellos o a sus líderes y que eran, a veces, bastante ineludibles.
Habría que decirles a los exlegisladores –y a los políticos en general– que el grueso de la ciudadanía no se deja sorprender con facilidad por argumentos que son tan humeantes como las ‘cortinas’ que dicen ver.