Editorial: Mareo de tierra
Editorial: Mareo de tierra

Los años en la Fuerza Naval dejaron, al parecer, una imborrable impronta marina en el reelecto congresista de Fuerza Popular Carlos Tubino. Como las olas, efectivamente, en ciertos asuntos, el vicealmirante (r) tiende a avanzar y replegarse, para luego solo volver a descargar su energía sobre aquello que había golpeado unos momentos antes.

Ocurrió con su arremetida contra los “mugrientos rojos que van al Congreso haciendo populismo”, y ha ocurrido ahora nuevamente con su demanda de ajustarles las clavijas a los “malos periodistas” del programa “Panorama” que ‘atentaron contra la seguridad nacional’ al revelar las conclusiones de su investigación sobre presunta corrupción en el Vraem y a todos los que pudieran atreverse a seguir sus pasos.

En el primer caso, como se recuerda, dijo que retiraba sus palabras, solo un día después de haberlas vertido, porque habían sido ‘duras’. Pero luego volvió a la carga con alusiones a quienes aparecen en el hemiciclo “con un saco sucio, con restos de caspa, con restos de comida, en blue jeans, con zapatillas y un poco mal afeitados”.

Y en el segundo, tras rebobinar también su discurso inicial alegando que había sido pronunciado “prejuzgando algo” y que él era “una persona muy respetuosa de la libertad de prensa”, en una entrevista concedida a este Diario, ha sentenciado que “tal vez pudo presentarse lo mismo sin haber afectado posiblemente el artículo 330 del Código Penal” y que debería haber una ley para las investigaciones periodísticas en temas de defensa nacional “porque tenemos que saber hasta dónde llega la transparencia y hasta dónde debe llegar el secreto”.

Es decir, una reedición del prejuicio original (porque nadie ha demostrado que en lo revelado por los periodistas hubiese elemento alguno que comprometiese la seguridad nacional) y un intacto afán por someter la libertad de prensa a constreñimientos y sanciones sobre la base de consideraciones imprecisas en torno a aquello que tiene que permanecer secreto… porque es secreto.

Su preocupación, en efecto, se concentra en la necesidad de asegurar que determinados contenidos relacionados con los institutos armados o quienes los conducen permanezcan ‘protegidos’, con prescindencia de la naturaleza de los mismos. La posibilidad de que entrañen algún tipo de corrupción, se diría, es un asunto secundario, que eventualmente tendrían que ocuparse de despejar las propias autoridades militares. ¿O acaso alguien ha escuchado que su reclamo más encendido tenga que ver con esto último?

Pues la verdad es que no. Tanto en la sesión ‘reservada’ de las comisiones de Inteligencia y Defensa del 12 de mayo pasado como en las declaraciones que comentamos ahora, su principal interés es denunciar a los periodistas, que “tienen que sentir que lo que han hecho atenta contra la seguridad nacional”.   

El solo hecho de que estos reflejos reñidos con las indispensables prácticas de la democracia y la transparencia en el ejercicio de las funciones públicas provengan de un legislador de Fuerza Popular constituye ya un dato inquietante (habida cuenta de la abrumadora mochila que el fujimorismo carga a ese respecto). Pero en el caso particular del legislador Tubino, es indudable que su paso por la vida castrense aporta también lo suyo.

Como un rezago de los hábitos adquiridos en la Marina, el vicealmirante (r) parece pensar que esa conducta de sometimiento al mando ciego es exigible a los ciudadanos comunes cual si fueran conscriptos, olvidando quizá que ahora es el voto de aquellos el que lo ha puesto en el Parlamento, y que son sus derechos e intereses los que debe representar y defender.

Su desorientación en esta materia no debería ser más que un mareo de tierra. Pero se supone que este solo dura unas 48 horas. Transcurridos 12 años desde que pasó al retiro y casi 5 desde que asumió la responsabilidad congresal, entonces, ya tendría que haber encontrado el equilibrio en tierra firme.