En las épocas del descubrimiento y la conquista, América fue para los europeos –y para los españoles en especial– un continente de espejismos, donde creyeron toparse con las sirenas y las amazonas de las que hablaba la mitología clásica. Ahora, en cambio, es más bien España la que parece haberse transformado en una tierra donde algunos viajeros de estas latitudes dan rienda suelta a su fantasía.
Eso, por lo menos, es lo que daría la impresión de haber ocurrido con el presidente Humala, que esta semana visitó ese país en compañía de su esposa, y en sus declaraciones presentó una visión de la situación que se vive en el Perú y algunos otros lugares de Latinoamérica algo más que antojadiza.
Ya bastante feéricas resultaban las imágenes del paseo del mandatario y la señora Heredia por el Palacio Real de Madrid al lado del rey Felipe VI y su consorte. Pero la verdadera incursión en la ficción se dio por la vía del discurso, cuando el presidente abordó materias como el rol de la prensa, las investigaciones congresales a su esposa, la situación económica del Perú o los problemas que enfrenta hoy Venezuela.
Sobre lo primero, por ejemplo, afirmó, en una presentación pública, que en nuestro país hay grupos empresariales que han tomado los medios (que se sepa, el único que literalmente tomó los medios en el Perú fue el dictador Juan Velasco, del que él más de una vez se ha declarado admirador), que pueden desestabilizar o ‘moverle el piso’ al gobierno, y que, en consecuencia, “la libertad de expresión hay que defenderla […] de los que se aprovechan de ella para sacar provecho económico”.
Una monserga entre amenazante y de victimización que encontró respuesta en las palabras del presidente del diario español “El País”, Juan Luis Cebrián, presente en la cita. Además de apuntar que “las tensiones entre los gobiernos y los medios son inevitables y son buenas”, Cebrián dijo que “con análisis a veces parecidos”, en otros países de América Latina se han establecido leyes especiales y medidas desde el poder que lo que hacen es eliminar la libertad de expresión. Y colocó las cosas en su sitio.
Sobre la investigación a la primera dama, por otra parte, Humala aseveró que la Comisión Belaunde Lossio actúa “con intereses oscuros y subalternos” y que se ha salido “groseramente” de las atribuciones que le dio el Congreso para “perseguir de forma descarada” a su esposa. Una ‘denuncia’ que cualquiera habría creído el preludio a un pedido de asilo, pero que en realidad no era sino la satanización de una legítima tarea del Legislativo que, por lo demás, esa comisión, gracias a la prudencia de su presidenta, viene cumpliendo con pertinencia.
Mención aparte merece el comentario presidencial de que “al Perú le va tan bien que, como una forma de equilibrar las cosas, en el interior del país, hay un ruido político tremendo”. Una observación que no solo ignora que el ritmo del crecimiento económico ha venido disminuyendo sistemáticamente durante este gobierno (al extremo que, del ya declinante 5,8% del 2013, pasamos al 2,4% del 2014), sino que les atribuye a los abundantes conflictos sociales existentes en el territorio nacional (210, según el reporte del mes pasado), una motivación casi costumbrista (“muy típico, muy peruano también es muchas veces pelearnos por pequeñeces”, señaló en esa misma intervención el mandatario).
Por último, el jefe de Estado ensayó una defensa del régimen antidemocrático de Nicolás Maduro y la crisis que se vive en Venezuela, arguyendo que el problema “viene de antes, del colapso del sistema político de Carlos Andrés Pérez”, que en medio de esa situación “corrupta” surgió un “líder carismático, un patriota que es Hugo Chávez” y que lo que hay ahora “es una lucha encarnizada entre un Gobierno y una clase política donde se engloban la mayoría de empresarios venezolanos [sic]”.
Y por un momento dio la impresión de que, al viajar a España, Humala no solo se había desplazado en el espacio, sino también en el tiempo, pues su elogio al chavismo –del que se ha sentido obligado a marcar distancias hasta el primer ministro Cateriano– parecía brotado de las épocas del polo rojo y el plan de “La gran transformación”.
Ahora el presidente se halla de regreso en el país y, ojalá, también de ese mundo de fantasía en el que convirtió a la península hispánica por unos días. Porque de no ser así, los problemas que nos aguardan para este último año de gobierno serán más serios de lo que sospechábamos.