PPK ha señalado anteriormente que no existe ninguna razón para plantear un nuevo pedido de vacancia. El pasado 21 de diciembre superó un primer proceso. (Foto: Reuters)
PPK ha señalado anteriormente que no existe ninguna razón para plantear un nuevo pedido de vacancia. El pasado 21 de diciembre superó un primer proceso. (Foto: Reuters)
Editorial El Comercio

Tras muchos intentos de evitarla y otros tantos de postergarla –todos atribuibles al gobierno, hay que decirlo– la Comisión Lava Jato se reúne hoy finalmente con el presidente Kuczynski, en medio de una expectativa más relacionada con la anécdota del choque entre dos fuerzas políticas en tensión que con lo que pueda salir en claro del intercambio. 

Mucha agua ha corrido, efectivamente, bajo el puente desde que, en octubre del año pasado, el jefe del Estado anunciara su intención original de no recibir a la referida comisión parlamentaria y responder a sus interrogantes solo por escrito. “Es un circo. La vez pasada que acepté reunirme con una comisión […], los invité a Palacio, vinieron todos y fue una recatafila de insultos espantosos”, dijo en aquella oportunidad, agregándole a la negativa matices de agresión que hoy seguramente lamenta. 

Dos meses después, sin embargo, conocida la relación de su empresa Westfield con Odebrecht mientras él era ministro del gobierno de Alejandro Toledo y planteada la primera iniciativa de vacancia presidencial, el apremio lo llevó a cambiar de postura. “He tomado nota del sentir ciudadano mayoritario […] y creo necesario informarles que he decidido reunirme con la comisión”, dijo el 13 de diciembre en un mensaje a la nación. 

Pero la votación de la moción de vacancia en el pleno desplazó la urgencia de tal reunión a un segundo plano. Y luego, la atmósfera política desatada por el resultado de la votación y la posterior concesión del indulto a Alberto Fujimori permitió que el año terminase sin que la reunión –planteada tentativamente para el 22 de diciembre– se produjese y sin que se escucharan muchos reclamos al respecto.  

Salvado ese trance, no obstante, lo lógico habría sido que el propio presidente fijara una nueva fecha para la cita. Pero eso no ocurrió. PPK decidió postergarla hasta que Jorge Barata hubiese declarado ante los fiscales peruanos. “Yo quiero estar absolutamente seguro de que él va a decir cosas que son la verdad”, fue la desconcertante explicación que dio para ello, el 3 de febrero. Y una vez más provocó una sensación generalizada de que temía el encuentro. 

Mientras tanto, el discurso de algunos de los integrantes de la Comisión Lava Jato acerca del pendiente testimonio del mandatario no ha sido tampoco precisamente aséptico. Sus ‘invocaciones’ a ser recibidos por él han semejado a veces más el reto a un enfrentamiento que la firme insistencia en el cumplimiento de un compromiso fundamental para la salud democrática del país. Y la convicción que manifiestan a propósito de la responsabilidad del mandatario en los hechos que la cita supuestamente pretende esclarecer sugiere que para ellos esta constituye en esencia un ritual requerido por las leyes por el que hay que pasar… para luego proceder a lo inexorable. 

“Sus descargos serán todos bienvenidos. Ojalá que sean suficientemente contundentes como para poder cambiar de parecer [con respecto a la vacancia]”, ha declarado, por ejemplo, Víctor Andrés García Belaunde (Acción Popular). Y también: “El presidente dice que no hay más evidencia. ¡Sí hay!”.  

Mauricio Mulder (Apra), por su parte, ha señalado: “Si el presidente renunciase, creo que se resolverían muchas cosas, porque el escándalo que habrá cuando se conozcan temas adicionales de Westfield Capital, First Capital y Latin American Enterprise Managers será de tal envergadura que PPK tendrá que renunciar en ese momento, pero ya en una situación de catástrofe”. 

Karina Beteta (Fuerza Popular), finalmente, ha sentenciado: “Yo creo que lo que debería hacer el presidente es renunciar al cargo, porque permitiría generar mayor confianza en la población. […] Está claro que si un presidente incumple su palabra ante los peruanos, eso lo incapacita moralmente para poder generar credibilidad”. 

Opiniones todas muy legítimas, pero que no anuncian una actitud neutral de parte de quienes supuestamente tendrían que escuchar las explicaciones del jefe del Estado para recién formarse un criterio sobre su involucramiento en la materia que la comisión que integran investiga. 

Así las cosas, si bien la circunstancia de que la cita prometida por fin se celebre es saludable, hay que anotar que de poco servirá si las partes acuden a ella con la íntima convicción de que es solo un enojoso trámite con el que hay que cumplir antes de una especie de batalla final por el poder.