El conde Ferdinand von Zeppelin no está satisfecho de la manera cómo se manejan los zepelines -su gran invento- y ha reunido a los capitanes e ingenieros de los dirigibles criticando su falta de pericia y arrojo. Dice que no se ha empleado todo el poder de los dirigibles en los raids de largo alcance y que hasta ahora se pierde demasiado tiempo en esperar que el cielo esté claro y la atmósfera tranquila, en lugar de responder a las necesidades militares. Terminó diciendo que por estas causas el ataque sobre Londres se había demorado innecesariamente.