"Estas organizaciones deben promover los intereses de los miembros y sus ciudadanos, no perpetuar sistemas que beneficien a pocos". (Getty Images).
"Estas organizaciones deben promover los intereses de los miembros y sus ciudadanos, no perpetuar sistemas que beneficien a pocos". (Getty Images).
Peter Navarro

EE.UU. obtuvo una victoria histórica: consiguió una reforma en la Unión Postal Universal (UPU), cuyas políticas obsoletas estaban minando los intereses estadounidenses. La Casa Blanca celebrará ese acuerdo con su director, Bishar Hussein, quien recibirá un aviso formal de que EE.UU. permanecerá en la organización.

Esto es importante: la unión, desde 1874, coordina la entrega de correo internacional.

Pero el acuerdo es aún más significativo porque demuestra cuán efectiva puede ser la diplomacia estadounidense cuando se despliega de manera estratégica y enérgica.

La historia comenzó hace casi un año, cuando Trump ordenó el retiro de EE.UU. de la UPU dentro de los 12 meses siguientes. El presidente dirigió esta salida porque bajo el anticuado sistema de “cuotas terminales”, el Servicio Postal de EE.UU. se vio obligado a subsidiar una avalancha de paquetes pequeños, principalmente de China.

Este subsidio forzado le dio a China una ventaja injusta contra los fabricantes y trabajadores estadounidenses, al tiempo que perjudicó a los operadores privados.

Con un año para resolver este problema, un equipo interinstitucional liderado por la Casa Blanca se involucró con la UPU y los países miembros para diseñar una reforma radical que el 25 de setiembre la UPU, de 192 miembros, adoptó por unanimidad.

Hay varias lecciones fundamentales para extraer de esta victoria

Primero, hay que articular objetivos justos y principistas. EE.UU. insistió desde el principio en que el sistema anticuado de fijación de tarifas debía modernizarse y que todos los estados miembros deben tener más poder para establecer sus propias tarifas.

Segundo, tener las exigencias claras. La condición era permitir que el Servicio Postal de EU.UU. estableciera de inmediato las tarifas postales nacionales a un nivel suficiente para recuperar los costos.

Tercero, hay que estar listo para salir si no se cumplen las condiciones. Aquí, es vital mostrar una determinación ante la resistencia de los defensores y beneficiarios del statu quo.

Para demostrar esa determinación, teníamos que estar completamente preparados para salir de la UPU. Entonces, a medida que se desarrollaban nuestras negociaciones, nos preparábamos para salir sin interrumpir el correo internacional.

Cuarto, el cambio rara vez se logra actuando solo. Al principio de las negociaciones nos comunicamos con los líderes de la UPU, incluso cuando identificamos socios, igualmente perjudicados por el statu quo, con los que podríamos trabajar. A través de negociaciones intensas, creamos una coalición.

Finalmente, ser duro con quienes se opusieron a las reformas necesarias. Un antagonista obvio fue China, el mayor beneficiario del sistema distorsionado. Pero consideramos que había mucho más que perder si EE.UU. salía.

Un problema más sutil radica en varios países como Alemania, los Países Bajos y Gran Bretaña. En la reunión de Ginebra, sus poderosos sistemas postales buscaron promover intereses estrechos de búsqueda de rentas que claramente se desviaban de las relaciones estratégicas más amplias que EE.UU. tiene con estos países. Contestamos señalando esta divergencia y colocando el problema en su perspectiva más amplia.

En conjunto, estas cinco lecciones representan un nuevo tipo de diplomacia ‘trumpiana’ que logra resultados al tiempo que promueve los intereses estadounidenses.

Estas organizaciones deben promover los intereses de los miembros y sus ciudadanos, no perpetuar sistemas que beneficien a pocos.

–Glosado y editado–

© The New York Times.

*Asistente del presidente Trump en materia de comercio y manufactura