¿Candidatos o gobernantes?, por Carlos Adrianzén
¿Candidatos o gobernantes?, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

La mayoría cree que en las elecciones optamos por los mejores aspirantes. Esto es algo erróneo, pues no es lo mismo un candidato que un gobernante. El primero debe prevalecer en unos comicios, por lo que solo le importa el corto plazo. El gobernante, en cambio, liderará un país repleto de necesidades. Aquí, solo el largo plazo importará.

Por ello, un candidato hábil debe repetir creíblemente lo que la gente desea escuchar. No necesariamente lo real. Debe lucir empático, honesto, campechano o intelectual, aun sin serlo. 

No siempre tiene que saber dónde está parado o conocer a detalle los temas que nos conciernen. Al electorado no le interesa los candidatos problemáticos, prefiere a los vendedores de ilusiones que ofrezcan créditos baratos o servicios públicos de Primer Mundo a costo módico. El que luego incumplan sus promesas (como el balón de gas a S/12) resulta un pecadillo menor. 

El juego se presta también para que postulantes maliciosos vociferen problemas inexistentes que alimenten una impronta romántica en los electores más ilusos. Aquí vale también hacer gala de versatilidad. 

Hoy todos parecen marxistas (por el comediante Groucho Marx, por supuesto). Ajustan sus propuestas a gusto del cliente. Tenemos a candidatos de izquierda que nos dicen ser de centro y a los de centro presentándose como progresistas. Después de todo, nadie se queja. 

En estos días los postulantes resultan hipersensibles a todo lo que los ridiculice, por lo que, frente a sus críticos, optan por etiquetarlos tajantemente. Saben que nuestro elector es crédulo y nunca va al fondo de la cuestión. 

Finalmente, vale reconocer que los electores prefieren a los desconocidos y que cuando les entregan sus corazones, lo hacen afiebradamente. Esto aunque se descubra que tienen antecedentes que empalidecerían a ‘El Chapo’ Guzmán.

Así, ¿qué probabilidades tenemos de elegir buenos gobernantes? La respuesta muerde. Hoy que necesitamos depurar un sector público inepto y corrupto, ¿ha escuchado algún candidato sostener que limpiará las planillas del Poder Judicial, la fiscalía o la policía? 

¿A alguno que destaque que los ingresos de capitales privados se han derrumbado en 7% del PBI? ¿A alguien que esté preocupado de que nuestra economía se haya cerrado al exterior en 6% del PBI desde fines del 2012 o que recalque medidas urgentes para reducir el déficit del sector público? Yo no. 

Aun si eligiésemos al querubín de su preferencia, es probable que la ineficiencia, la corrupción y el incumplimiento del nuevo régimen lo decepcionen otra vez. 

Por ello, seamos lógicos. Ya que elegiremos como siempre, además de desconfiar mucho del nuevo gobierno, ¿no les parece buena idea exigir reglas que limiten el accionar de los presidentes y congresistas? Reglas como proscribir las facultades legislativas extraordinarias al Ejecutivo, crear un filtro técnico para todas las decisiones congresales o introducir un texto único de procedimientos administrativos (TUPA) para todo el aparato estatal.