Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal. (Foto: EFE).
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal. (Foto: EFE).
Ian Vásquez

“América Latina ha perdido el tren de la política industrial y la innovación”. La culpa la tiene “el neoliberalismo puro y duro” y un modelo económico, léase “capitalismo”, que “concentra la riqueza en pocas manos y apenas tiene innovación tecnológica”.

Esas palabras las pronunció Alicia Bárcena recientemente , en la que además concluye que el modelo económico se ha “agotado”. Bárcena es la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), una agencia de las Naciones Unidas.

El análisis es lamentable y la idea de reavivar la política industrial es pésima, pero forma parte de una creciente corriente intelectual a favor del Estado empresarial, que por supuesto es apoyado por empresarios que buscan amparo estatal. La idea es pésima porque la política industrial ha fracasado alrededor del mundo y de manera dramática en América Latina el siglo pasado, cuando la Cepal la promovía y sus consejos eran tomados en serio.

Fue en los años 50 que la desconfianza de la Cepal en el comercio libre y en el mercado empezó a dar apoyo intelectual a las políticas proteccionistas y de industrialización que la región implementó con entusiasmo durante décadas. Si no se protegían las industrias domésticas, la dependencia de América Latina en las materias primas simplemente no permitía que la región se desarrolle ante la competencia de los países industrializados. Los precios de las exportaciones de los países pobres, se decía, caerían en la medida en que los de los ricos subirían.

La realidad refutó esa teoría. Mientras que un grupo de países asiáticos como Taiwán y Corea se abrieron al mundo y se empezaron a volver ricos, América Latina se vio envuelta en crisis económicas recurrentes hasta terminar en la década perdida de los 80.

Hoy, la Cepal y otros dicen no creer en el proteccionismo. Además, los defensores del Estado empresarial afirman que el éxito de los países asiáticos se debe precisamente a la política industrial. Pero, en su libro reciente sobre el tema, el profesor Arvind Panagariya concluye lo mismo que numerosos estudios: la evidencia sistemática muestra cómo la competencia de mercado, y no la política industrial, fue la clave del crecimiento en esos países. Además, la política industrial impuso costos innecesarios.

Bárcena culpa al modelo económico por crear desigualdad y descontento y apunta a los países nórdicos como un modelo. Pero esos países son exitosos precisamente porque son infinitamente más capitalistas que América Latina. En el índice de libertad económica del Fraser Institute, nuestra región estaría en la posición 91 si fuera considerada un país, mientras que los nórdicos en la posición 25.

Bárcena alaba los gobiernos de Argentina y México y piensa que la política industrial en esos países es prometedora. Esos países se ubican en los puestos 120 a 76, respectivamente, en el índice de libertad económica. ¿Son realmente ejemplos de que el modelo capitalista se ha agotado?

La Cepal parece ignorar el hecho de que suele haber más innovación en las economías más abiertas y que la innovación en América Latina es socavada por las grandes barreras que le pone el Estado en términos de sobrerregulación, impuestos, corrupción administrativa y demás. En vez de otorgar favoritismos, sería mucho mejor que el Estado quitara barreras.

En América Latina el Estado no cumple bien sus funciones básicas como proveer seguridad o infraestructura. ¿Cómo se espera que promueva la innovación tecnológica? La política industrial ni siquiera funciona bien en los países nórdicos. Un estudio nuevo del centro de investigación sueco Ratio encuentra que la política industrial en Suecia ha distorsionado el mercado, creando empresarios en búsqueda de subsidios, sin mejorar la actividad industrial.

La experiencia mundial nos aconseja no tomar a la Cepal en serio.

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