¿Puede el Perú ser un país del primer mundo en la próxima década como afirmó el otro día la Cámara de Comercio de Lima? Sí, es factible. Depende de los mismos esfuerzos y decisiones de los peruanos y no de factores externos, como el clima, las políticas de Estados Unidos, la geografía o la ayuda externa.
Que los países pueden determinar su destino económico es una de las grandes lecciones del recién publicado informe anual sobre Libertad Económica en el Mundo del Fraser Institute. El informe llega a ser quizás la mejor mediación de la calidad de políticas e instituciones de los países, pues mide 42 indicadores en más de 150 países en áreas tan diversas como el tamaño de Estado, la apertura comercial, la estructura jurídica, el acceso a una moneda sana, y la regulación.
Lo que encuentra, basado en datos que empiezan en 1970, es que son las políticas e instituciones locales las que encaminan o no a una nación al progreso económico. La clave es un ambiente en que haya elección personal, intercambio voluntario, libre competencia, y protección a las personas y sus propiedades. Cuando hay un alto grado de esos factores, hay prosperidad.
Las cifras lo muestran. Los países clasificados en el cuartil superior de libertad económica tienen un PIB per cápita promedio de casi $40.000 mientras que los países situados en el cuartil inferior perciben un ingreso promedio de $6.300 por persona. A mayor libertad económica, mayor prosperidad y mayor tiende a ser el crecimiento.
¿Dónde se ubica el Perú en este índice? El nuevo reporte (usando los datos internacionales más recientes del 2012) lo ubica en la posición 20. Después de Chile, es la segunda economía más libre de América Latina. En el 2005 el Perú estaba en el puesto 40, y se encontraba en el puesto 102 en 1990, año en que terminó Alan Garcia su primer gobierno.
Al haber puesto estas ideas en practica, el Perú les ha sacado provecho: su ingreso per cápita desde 1990 se ha más que duplicado y está ahora por encima de $11.000. Un alto crecimiento de 7%, como lo lograron China e India por décadas al incrementar sus niveles de libertad económica, duplicaría ese ingreso en diez años. De lograr tal desarrollo, el Perú seria líder en la región, junto con Chile, que ya está tocando la puerta del primer mundo.
Pero para poder mantener ese crecimiento, el Perú no puede retroceder en lo que mide el índice de Fraser. Otra lección que nos sugiere el reporte es que el Perú más bien tiene que incrementar su libertad económica para lograr la meta. En otras palabras, no se puede quedar con los brazos cruzados. Y el índice destaca varios puntos débiles, entre ellos la alta rigidez en el sector laboral, sobreregulación de negocios, y un Estado de Derecho deficiente.
Los beneficios de la libertad económica no son únicamente económicos. Como lo muestra el reporte de Fraser, la libertad económica está fuertemente relacionada a un sinnúmero de indicadores de bienestar. A más libertad económica, se observa más acceso a agua potable, un incremento en la esperanza de vida, menos mortalidad infantil, mejores tasas de alfabetismo, menos corrupción, menos pobreza, mejores calificaciones en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, etc.
La libertad económica también está asociada a mayores libertades políticas y civiles. (No sorprende que los países más autoritarios son los que más reprimen las libertades económicas, ya que es quizás la manera más eficaz de controlar a las personas.) Esto nos hace acordar que la libertad es una sola y es a lo que tenemos que aspirar si queremos ser parte del mundo desarrollado.