Cuando le preguntaron alguna vez a Luis Alberto Sánchez cuál era la pieza más lograda de la literatura peruana, el maestro respondió sin dubitaciones: el primer capítulo de “Redoble por Rancas”, de Manuel Scorza. No es para menos: ese relato de las vicisitudes de la temida moneda del juez Montenegro es absolutamente genial.
¿Y lo menos feliz de las letras nacionales? No se conoce la respuesta del Amauta, pero ver en estos tiempos a don Alan García exponer sin desmayo sus teorías, recomendaciones políticas y admoniciones varias me hizo recordar el primer capítulo de su “El futuro diferente” (1982), muy probablemente el arroz con mango más acabado de la filosofía contemporánea.
¡Mamma mia! Cinco años de estudios de filosofía no bastan para descifrar la ensalada que hizo entonces don Alan con Kant, Hegel, Marx y otros indefensos pensadores, antes de concluir cosas como que “el aprismo es una doctrina científica; por ende realista”. O que “la teoría del espacio-tiempo enriqueciendo el marxismo es el punto analítico de su superación dialéctica”.
Pero quizá en esas elucubraciones de tan alto octanaje se pueda encontrar algún día la clave para entender la situación de Pisco, a poco de cumplirse siete años del terremoto que dejó esa ciudad destruida.
Recordemos, para ello, que el 15 de agosto del 2007 un tremendo sismo destruyó el sur chico y partes de Huancavelica, ensañándose especialmente con Pisco, y que dejó más de 500 muertos y la infraestructura urbana en escombros.
Tras el previsible desorden de las primeras reacciones, las decisiones más pensadas del gobierno de entonces llevaron a la creación del Forsur, entidad que nació mal y que nunca pudo hacer mucho, hasta que el tiempo y la desidia la hicieron irrelevante. Junto con ese desaguisado, el presidente García anunció entonces la inmediata construcción de una carretera de cuatro carriles que llegaría a Ica antes de cuatro años. También, la modernización del aeropuerto de Pisco para convertirlo en breve plazo en el segundo más importante del país.
De idéntico modo, anunció el desarrollo de grandes centros frigoríficos para la actividad pesquera de San Andrés y Tambo de Mora (Chincha). Y, por si fuera poco, la construcción de un megapuerto en la zona, cuya concesión en realidad se ha producido hace poco y cuyas obras no empezarán antes del 2015.
“Dinero hay”, dijo entonces el mandatario. Y el entonces presidente del Congreso acompañó aquello con el anuncio de dos mil millones de dólares de inversión extranjera en la zona, incluyendo capitales árabes y de la India. “Pisco, Ica y Chincha saldrán muy fortalecidos”, decían, porque se iban a reedificar íntegramente sus calles y plazas. Pisco, en particular, renacería como la ciudad modelo de América Latina.
No quedó claro nunca en qué parte de ese enorme plan de reconstrucción y desarrollo se descompuso el realismo científico del aprismo. Los exégetas de aquella ópera prima de don Alan siguen buscando pistas en la filosofía de Hegel que ayuden a explicar la dialéctica histórica entre prometer y no hacer nada; entre llenarse la boca y hacerse luego el desentendido.
Para ser rigurosos, no hay cómo descalificar hoy las actuales propuestas del señor García, en temas de seguridad, política económica y desarrollo institucional, con el argumento de sus pasadas omisiones. Pero uno lo oye hablar como si no existiera la historia y dan unas ganas tremendas de ponerse ad hóminem.