En un artículo que leí ayer, en el “Miami Herald”, Andrés Oppenheimer dice exactamente la verdad sobre el caso peruano. Y pone al descubierto la pequeña conspiración de los presidentes elegidos de México, Argentina, Bolivia, Chile, Honduras y Colombia para producir un golpe de Estado que pondría fin a la democracia peruana. Claro que Cuba, Venezuela y Nicaragua participan de esta conspiración, pero no son “democráticas”, sobre todo Cuba, que no permite elecciones libres en la isla hace más de sesenta años. De modo que las tres no pueden figurar en esta estadística.
¿Cuál es la verdad sobre el caso peruano? Muy sencilla. El presidente elegido por los peruanos, Pedro Castillo, pronunció un “discurso” el 7 de diciembre, utilizando el circuito nacional de radio y televisión, pretendiendo dar un golpe de Estado, calcado del que dio Fujimori hace treinta años. En ese discurso, que escucharon millones de peruanos, el jefe del Estado dijo, entonces, que expulsaba a todos los parlamentarios y anunciaba unas futuras elecciones para reemplazar al Congreso con una asamblea parlamentaria, algo que las leyes peruanas consideran anormal e ilegal. También declaró en “reorganización” la fiscalía y el Poder Judicial (es decir, los disolvió). El Congreso, reunido rápidamente, destituyó al presidente y su guardia de honor lo entregó inmediatamente después a la policía, en vez de llevarlo a la Embajada de México, donde el presidente López Obrador le había ofrecido asilo. Desde entonces, Pedro Castillo está preso por orden judicial, esperando ser juzgado por el delito de haber intentado dar un golpe de Estado, algo a lo que los militares peruanos se opusieron, de acuerdo con la Constitución y a las leyes, y se mantuvieron dentro de la legalidad. Los parlamentarios nombraron, para reemplazar al presidente, a la vicepresidenta Dina Boluarte, miembro del mismo partido del presidente Castillo, que se ha declarado “marxista leninista” en varias ocasiones. Ella ha ofrecido celebrar unas elecciones en el plazo de un año y el Congreso ya ha aprobado el adelanto en primera instancia, algo que es perfectamente constitucional. De modo que los peruanos tendrán un nuevo jefe del Estado electo dentro de poco más de doce meses, de acuerdo con las leyes. *
Aquí comienzan los “presidentes elegidos” de naciones vecinas, es decir, México, Argentina, Colombia, Chile, Bolivia y Honduras, a mostrar sus garras. Según ellos, el presidente Castillo no intentó dar un golpe de Estado y está preso por culpa de los partidos “derechistas” que habrían armado toda “esa conspiración”. ¿De dónde sacan esta historia absurda y desatinada esos presidentes? No se sabe de dónde pero ahí está la acusación, nacida, por lo visto, del mandatario mexicano López Obrador, que se ha llevado a la familia de Castillo a su país y que repite sin cesar semejante calumnia. Y es lamentable que varios países lo imiten en esta inventada teoría, según la cual el presidente Castillo sería víctima de una maquinación de la derecha peruana.
Esta misma fantasía ha prendido entre ciertos grupos de la extrema izquierda peruana que, atacando ciudades y aeropuertos, han quemado vivo a un policía y han provocado enfrentamientos con las fuerzas del orden que han dejado un saldo de más de cincuenta muertos entre los peruanos. La presidenta Dina Boluarte ha asegurado que el Poder Judicial examinará todas estas muertes para implicar a los responsables, en tanto que la opinión pública ha exigido que esta investigación se lleve a cabo por el Poder Judicial cuanto antes. La presidenta, por lo pronto, desconcertada con las declaraciones de sus antiguos compañeros, debe haberse desprendido ya de sus definiciones ideológicas.
Es estúpido decir que la derecha ha llevado a cabo toda esta pantomima para acabar con Pedro Castillo. Todos los peruanos oyeron ese discurso en el que Castillo se arrogaba poderes extraordinarios y enviaba a los parlamentarios, a los fiscales y a los jueces a sus casas. Lo único que no le salió bien es que los militares no lo apoyaron, y que su guardia de honor, en vez de llevarlo a la Embajada de México, lo entregó a la policía. Esta es más o menos la tesis que, luego de una minuciosa investigación, Andrés Oppenheimer revela en el “Miami Herald”, y la que varios millones de peruanos suscribirían sin objeciones. Habrá elecciones dentro de un año y los peruanos tendrán un nuevo presidente según las leyes y la Constitución, a las que el ejército ha respetado, creo que por primera vez en nuestra historia.
¿De dónde nace la fantasía delirante de que Pedro Castillo ha sido “secuestrado” por la derecha? Enfurecido, López Obrador, el mandatario mexicano, nadie sabe por qué, ha inventado junto con el de Colombia toda esta patraña de que el pueblo peruano y su gobierno han rechazado con la máxima energía. Bien haría López Obrador de ocuparse de los problemas de México, donde los asesinatos se repiten cada día.
Los peruanos lamentan que el joven mandatario chileno, Boric, se haya prestado a esta farsa y haya apoyado las acusaciones ridículas de López Obrador, de que la caída de Pedro Castillo es una operación “de la derecha peruana”. Él había sido muy prudente hasta ahora y se había mantenido en el respeto de una estricta legalidad. En tanto que el colombiano Petro puede decir las mentiras que sabemos, Boric se había mantenido en una estricta discreción que ahora ha roto. ¿Qué lo ha hecho cambiar de opinión? Es un acto lamentable que el pueblo peruano no olvidará.
La verdad es que la caída del presidente Pedro Castillo no la van a llorar muchos peruanos. Desde su elección, las metidas de pata de este personaje que ignoraba las cosas más elementales del Perú habían provocado la indignación y la cólera de distintos sectores. Entre otras barbaridades, pretendía acabar con la minería para resaltar la ecología nacional. El pobre ignoraba que, si algún día el Perú conquista la eficiencia y figura entre los países prósperos de este mundo, ello se deberá a la minería. Esto da más o menos una idea de las cualidades intelectuales del personaje que, en una conflictiva decisión, eligieron los peruanos para ponerlo a la cabeza del Estado. Su impopularidad había llegado al 70% más o menos de la población peruana, y esas cifras espeluznantes estaban todavía por aumentar. La tentativa golpista de Castillo ha puesto final a la muy desatinada elección que lo llevó al Palacio de Gobierno. Por eso, creo firmemente que no basta que haya unas “elecciones libres” en los países del tercer mundo, sino que los llamados a votar lo hagan bien, es decir, en favor de la democracia y del progreso, porque si votan mal, a favor de un dictador, por ejemplo, que se llena los bolsillos y no trabaja por elevar los niveles de la sociedad, la situación empeorará, lo que significan cientos o miles de familias abandonadas. Esperemos que en estas próximas elecciones los peruanos voten mejor que la última vez.
El problema no es peruano, sino de toda América Latina. Y del tercer mundo en general. Lo sorprendente es que, en esta época, los países pueden elegir ser pobres o ser prósperos. Por eso, es imprescindible que los países del tercer mundo abandonen las fantasías socialistas. ¿En qué parte ha triunfado el socialismo? En América Latina hemos visto el caso de Venezuela, que no puede ser más dramático. ¿No es verdaderamente patético el caso de Cuba? Hace 60 años yo fui uno de los entusiastas con la Revolución Cubana. Desde entonces, ella ha ido empeorando y millones de cubanos andan ahora por el mundo, buscando trabajo y tratando de organizar unas vidas para las que no hay ni ocupación ni superación en su propio país. ¿No es triste esto? Ojalá la próxima vez que voten, tengan esto en cuenta los latinoamericanos.
Madrid, febrero del 2023
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*Nota del editor: la aprobación en primera instancia del adelanto de elecciones al 2024 quedó anulada en el Congreso.