El próximo 15 de marzo se celebra el Día Mundial de los Derechos del Consumidor. Conviene por ello recordar que el mayor derecho de los consumidores es poder elegir el nivel de consumo que queremos, aquel que nos beneficie sin dañar a la sociedad ni al medio ambiente. Es decir, el derecho de consumir de manera responsable.
Comencemos por una historia. En el libro “El invierno del mundo”, del escritor británico Ken Follett, se encuentran en 1940 en Nueva York los hermanos Peshkov. El menor, Lev, que había emigrado de Rusia hacía algunos años, y Grigori, que llegaba recién de la Rusia revolucionaria de Lenin. Con orgullo, Lev le cuenta a su hermano que había progresado mucho y que tenía cinco ternos. Para su sorpresa, Grigori le contesta: ¿Para qué necesitas cinco ternos? ¿Acaso necesitas cinco camas?, considerando que tenía más ropa de lo necesario.
Hoy esa historia sería más pertinente que nunca, pues el consumo excesivo está atentando contra la sostenibilidad del planeta. No se trata únicamente del excesivo uso de bolsas o botellas de plástico, sino también de ropa de moda casi descartable, de aparatos de rápida obsolescencia o de alimentación en exceso.
¿Pero disminuir el consumo nocivo no es más bien un deber que un derecho de las personas? Es un deber en la medida en que pone límites éticos a nuestros deseos personales, pero es un derecho en cuanto somos nosotros los que decidimos sobre nuestro bienestar individual y social. Nadie nos obliga a consumir más, ni nos obliga a no hacerlo, sino es nuestra capacidad de elección en los mercados la que nos da fuerza para enfrentarnos a las influencias de esa parte de la sociedad con espíritu puramente consumista, y de las empresas que lo promueven.
¿Esto supondría quitarles la responsabilidad a aquellas empresas que instigan al sobreconsumo? No, pues tienen responsabilidad y se debe desenmascarar a las que van contra el sentido fundamental del márketing, que es lograr el bienestar de largo plazo de sus clientes y las empresas que los sirven. Pero sin olvidar que es mucho más duro y eficiente el poder del consumidor de no comprarles y hacerlas así desaparecer. Porque para consumir, como para bailar un vals, se necesitan que dos sigan el ritmo.
En fin, algunos extremistas remarcan esta fecha como un enfrentamiento entre consumidores y empresas. La verdad es que es un día de conciliación de intereses entre ambos. De hecho, la fecha escogida por la ONU conmemora el discurso de John F. Kennedy del 15 de marzo de 1962, donde señaló que “los consumidores son un elemento fundamental en el proceso productivo”. No en contra, sino parte integrante de este.
De paso, ¿cuántas camas tiene el lector? Feliz día del buen consumidor.